¿Hay procesos reversibles?
P. Fernando Pascual
21-9-2015
Suele hablarse de procesos irreversibles, como si hubiera cambios ante los que es imposible una
“vuelta atrás”.
Sobre el tema escribí un artículo en el que concluía que ningún proceso es irreversible, porque siempre
quedan posibilidades abiertas que permiten “revertir” cambios recientes y “regresar” hacia algunos
aspectos del pasado.
Ahora la pregunta mira el tema desde otra perspectiva: si no hay procesos irreversibles, ¿habría
procesos reversibles?
Para responder, necesitamos mirar una dimensión ineliminable de las acciones humanas: su
temporalidad.
Porque somos temporales, cada vez que actuamos queda impresa una huella en la historia humana.
Será una huella débil, insignificante, sin especial interés. O una huella que cambiará la vida de toda la
familia, de una ciudad, o incluso de un Estado.
Pero lo que caracteriza a esa huella es que nadie puede borrarla. Una decisión tomada permanece ahí,
escrita de modo indeleble en el pasado. Ni siquiera quien reconoce haberse equivocado es capaz de
aniquilar un acto escrito, sobre piedras imborrables, en la historia.
Por lo mismo, cualquier decisión incide necesariamente en los procesos humanos. Podrá ser
“corregida” o reajustada por otras decisiones, pero nunca eliminada.
Desde esa perspectiva, ningún proceso sería del todo reversible, en el sentido de que nunca las cosas
serán como antes. El vaso roto no “renace” aunque sea sustituido por otro. Una vida matrimonial no
será igual aunque los esposos se perdonen mutuamente y reconstruyan su convivencia.
La existencia humana se reviste, así, de una seriedad inaudita. Los hechos constituyen baldosas con las
que avanza el bien o con las que se destruye la justicia.
Por eso, necesitamos reflexionar seriamente antes de cualquier decisión: ¿iniciará un proceso bueno?
¿Abrirá el mundo a Dios, a la misericordia, a la belleza, a la verdad? ¿Reparará daños del pasado que
no pueden ser eliminados pero sí curados?
Cada día me ofrece oportunidades nuevas para decidir. Miro al cielo y pido a Dios prudencia. Con su
ayuda, intentaré que mis opciones sirvan para el avance del bien. Un bien que tanto necesita mi
corazón y el corazón de quienes convivimos en un mismo planeta y caminamos hacia un mismo
encuentro eterno: el que nos espera a todos, tras la muerte, con un Dios misericordioso y justo.