BURRO, BORRICO, ASNO, POLLINO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Cuando empecé a redactar con el título de animales domésticos, no sabía
de cuantos iba a hablar. En mi mente tenía el que hoy me ocupa y pensé
dejarlo para el final. Como sabe quién haya leído estos artículos, resultó que
los dos primeros que escogí, perro y gato, no eran propiamente habitantes
de hogares familiares, el de hoy sí.
Me he puesto a redactar convencido de que a nuestro modesto animal se le
mencionaría algunas, pocas, veces. Pensaba que lo interesante sería
referirme a su probable antecesor, de vida salvaje, el onagro. Pues bien,
acudo, como es de precepto, al programa, o los programas, informáticos
correspondientes y tengo la sorpresa de que del animal se habla en 108
ocasiones. Evidentemente, uno no puede limitarse a contarlas y repetir lo
que tantas veces ya he dicho: que en las casitas de Nazaret de tiempos de
Jesús todavía se ve el agujero para atar al burro, situado cerca de la
entrada y que el Señor entró en Jerusalén solemnemente montado en un tal
animal. Uno no puede limitarse a contarlas y repetir lo dicho, porque no
sería actitud honrada y porque mi interés por el Texto Revelado no me
permite limitarme a ello.
A la sorpresa inicial le ha seguido la correspondiente reflexión. Se me ha
ocurrido que el borrico permitiría la redacción de una tesis doctoral, que,
indudablemente, yo no puedo elaborar. ¿Alguien será capaz de hacerlo?
Desde pequeño sé de qué animal se trata. Pensándolo bien, ahora me
parece recordar que es en el único animal al que he subido en sus lomos,
mejor dicho, al que me han subido. Creo que mi primer recuerdo es que me
montan a un borrico propiedad de un tío mío, cuando sólo tenía tres años
de edad. Todavía no se me ha pasado el miedo que sufrí en aquella
circunstancia. A distancia prudencial, eso sí, lo he visto, admirado y
fotografiado, muchas veces. En cualquier lugar, rural o ciudadano, se lo
encontraba uno antes. Afirmaría que ahora, entre nosotros, no es que esté
en vías de extinción, es que, prácticamente, ha desaparecido y casi
convertido en espécimen de zoológico.
Y si el animal lo es de carga, de su carne se elaboraban las mejores cecinas,
según leo. Ahora la misma fuente dice que únicamente en tierras de la
maragatería se atreven a elaborar tal manjar. Dicho sea de paso, en mi
modesta experiencia, solo entra la cecina de vaca, que creo puede uno
encontrar en cualquier selecta charcutería o carnicería. Reconozco que soy
lo más contrario a un gourmand, y ni me avergüenzo, ni me vanaglorio de
ello, así que el único recuerdo que me queda es que su sabor difería en algo
al del común jamón y que el tono de esta rojiza carne salada en crudo y
curada de forma natural, era bastante más obscuro.
Un animal que aparece mencionado 108 veces se merecía más de un
artículo y con este he pretendido iniciarme. Y adelanto, para no limitarme a
generalidades, que el borrico acompañó a Abraham, a Moisés y al Señor
entre otros. ¡ Anda ya!