De un plumazo
P. Fernando Pascual
10-10-2015
Hay quienes dejan de leer ciertos textos o de escuchar a otros con una descalificación generalizada.
Dicen: esta persona es de tal grupo, se parece a aquellos fundamentalistas, escribe en lugares poco
reconocidos, presume de amistades nada recomendables.
De un plumazo, se rechaza cualquier diálogo sobre lo que otros dicen o piensan. Es un modo fácil para
evitar el debate, para confrontarse con puntos de vista diferentes del propio. En ocasiones, también es
una necesidad: no hay tiempo que perder con “este tipo de personas”.
Pero ocurre que así podemos perder, de un plumazo, perspectivas y datos que tengan algún valor.
Aristóteles ya decía en su tiempo que es imposible equivocarse del todo. En medio de errores evidentes
o de actitudes agresivas, se esconden pequeños o grandes tesoros de verdad.
Por eso, antes de eliminar al otro del horizonte de la propia mente, conviene reconocer que él, como
yo, tiene su pequeña historia y sus “verdades”. Quizá incluso, con una humildad que tanto ayuda,
tendríamos que analizar si no tendremos errores y perspectivas que nos impiden captar lo verdadero
que puedan ofrecer otros seres humanos.
No podemos eliminar de un plumazo a tantas personas que desean abrir su corazón y compartir
perspectivas muchas veces enriquecedoras y estimulantes. La actitud empática permite construir
puentes y ver hasta dónde podemos intercambiar dones de pequeñas o grandes verdades.
Vale la pena, por lo tanto, un sano esfuerzo por dialogar. Si luego la situación llega a ser insostenible,
reconoceremos que ha llegado el momento de dar un adiós respetuoso y dolorido. Al menos
guardaremos en el corazón la certeza de haber dado un paso hacia la escucha. Lo cual, en un mundo
lleno de descalificaciones y de sorderas, tiene un valor incalculable...