UNA SEMANA DIFERENTE
Habíamos planteado esta semana como una posibilidad.
Se nos autorizó realizarla.
Nos planteamos vivirla en el mes de julio.
Diversas razones nos llevaron a posponerla.
Nos planteamos realizarla en setiembre.
Se nos planteó la necesidad de modificar la fecha.
Ahora esa semana ya la hemos vivido.
Los ejercicios espirituales son un verdadero privilegio que, año a año, se nos
regala.
El privilegio de realizar un alto en las actividades.
El privilegio de tener mucho tiempo para estar con uno mismo.
El privilegio de encontrarse con Jesús y poder conversar con él sin ningún apuro.
Es llegar y despojarse de las llaves sabiendo que ello es mucho más que un
símbolo.
Es dejar, momentáneamente, puertas, lugares y horarios.
Es dejarse ganar por ese espacio donde todo es silencio, soledad y más silencio.
Allí se puede dirigir la mirada en cualquier dirección y la misma se llena de diversos
tonos de verde.
Los pájaros son, quizás, el único motivo de distracción ya que abundantes y
variados.
Es un tiempo para uno mismo que uno no puede darse el lujo de desperdiciar.
Se puede dejar que los muy diversos rostros que hacen a la actividad surjan sin
que ello sea una distracción sino un motivo para la gratitud y la oración.
El horario establecido para la semana permite el descanso y la libertad.
Las ayudas que se nos plantean no hacen otra cosa que llenar la mente de
cuestionamientos y desafíos.
El paso de las horas no se tiene en cuenta ya que, parecería, somos los únicos
seres existentes.
La gente del lugar donde nos quedamos está tan acostumbrada a recibir diversos
grupos que no incomodan en absoluto sino que se brindan en atenciones.
Los niños de la escuela cercana, unidos a nosotros, no hacen ruido y como un eco
lejano se dejan escuchar en los tiempos de recreo.
Por las calles del lugar transita algún coche o alguna moto que no llegan a
perturbar ya que son fugaces y esporádicos sonidos.
Allí está Jesucristo disponible permanentemente.
Allí está Jesucristo por todos lados como para no sentirle muy cercano.
El privilegio de todo el contexto se hace demasiado intenso como para hacerse
desapercibido.
Los días van pasando sin mucha prisa pero inexorablemente.
Cuando se toma conciencia la semana ha concluido.
Hay que disponer de un tiempo no muy prolongado para volver a guardar lo que se
ha llevado.
Hay algunas cosas más que también hay que llevar pero ellas no ocupan lugar.
Pensamientos, cuestionamientos, ideas nuevas, desafíos y propósitos.
Son esas realidades nuevas que uno lleva después de volver a tomar las llaves para
emprender el regreso.
Desde lo más profundo surgen unas inmensas gracias.
Es la gratitud a todos los que hicieron posible el disfrute de tal privilegio.
Es la gratitud a todos los que suplieron la ausencia con generosidad.
Es la gratitud a los hermanos de comunidad con quienes compartimos la
experiencia y al animador que con tanta generosidad y experiencia nos acompañó.
Sí, a todos quienes fueron presencia y se limitan a leer estas líneas.
Padre Martín Ponce de León SDB