AZAFRÁN
Padre Pedrojosé Ynaraja
El propósito de nuestra excursión, el nombre que le dimos ese día el grupo de
sacerdotes que salimos con destinos o pretensiones diferentes, es el de ir a buscar
setas. He de reconocer que mi antipatía por toda clase de hongos, me viene de
lejos, es decir, desde la infancia, que ya son años. Por aquel entonces y en las
tierras en las que vivía, no existía la afición que hoy en día tienen estos vegetales,
carentes de flores y de hojas, que ya es pena y que, para colmo, pueden ser
tóxicos y hasta mortales. Añádase que durante mucho tiempo he creído y dicho,
que los tales no se mencionaban en la Biblia, cosa que hoy rectifico. Otro día me
detendré en ello. Con un tal estado de ánimo, comprenderá el lector que poco
provecho iba a sacar de mi vagabundeo por aquel bosque, si lo único que
buscábamos eran esos comestibles, que para algunos son muy sabrosos. Caminar
por el monte en esta época otoñal, supone gozar del variado y deslumbrante
colorido de muchos árboles. Unos continúan su verdor, otros se tiñen de rojo,
anaranjado o amarillo. Ya sé que no se trata de teñido, sino más bien del
destapado de pigmentos ocultos. No me sentía ni triste, ni acongojado, fiel al título
que dábamos a la excursión, miraba yo preferentemente al suelo con pocas
esperanzas de encontrar algo que a los demás gustase.
Veía molestas arzas y piedras por entre las que se asomaban muchos hongos que,
lo único que yo sabía respecto a ellos, es que no eran comestibles. Cambió un poco
la configuración del bosque y al llegar a parajes con abundante hierba, me
sorprendieron las graciosas corolas de “crocus” violáceos. No sé llamarlas
adecuadamente porque, siendo tantas las de su género y mis conocimientos de
botánica tan escasos, me limito a llamarlas crocus violetas de otoño y quienes me
acompañan no me preguntan más, afortunadamente. Los he visto en muchos sitios,
en el Pirineo y en los alrededores de Covadonga, el bosque de la Quinta, camino de
la Cartuja, en Burgos y, evidentemente, aquel día en el pre-pirineo, por donde nos
movíamos.
Las hojas de esta planta son casi invisibles, se diferencian muy poco de las briznas
de hierba. Surge la seductora flor del suelo como si fuera un don que la naturaleza
me ofrece, como si Dios hubiera dispuesto que por mi monótono camino, gozara de
su color y de su estilizada forma. El precioso violeta, mi preferido, rompe su
uniformidad con los estigmas de rojo vivo, hilitos displicentes y hasta desfallecidos,
que contrastan con los pétalos que se elevan en elegante línea gótica. Los
contemplo, me gusta verlos, también sé que son tóxicos.
En aquel momento me vino a la mente una flor semejante a las que me estoy
refiriendo y que conozco desde mi niñez: el azafrán. La cultivaba por aquel
entonces un buen carmelita, cocinero y hortelano del convento de Burgos, el Hno.
Rafael.
Mucho más tarde supe que era mencionado en la Biblia, concretamente en el
Cantar de los Cantares. Copio el texto, para satisfacción del lector sensible a la
belleza de los símbolos. “Miel virgen destilan tus labios, novia mía. Hay miel y leche
debajo de tu lengua; y la fragancia de tus vestidos como la fragancia del Líbano.
Huerto eres cerrado hermana mía, novia, huerto cerrado, fuente sellada. Tus
brotes, un paraíso de granados con frutos exquisitos: nardo y azafrán, caña
aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores
bálsamos…” (4, 11 ss).
Para nosotros el azafrán es una especia, Crocus sativus es su nombre científico.
Condimento predilecto de nuestra paella. Se deduce del texto que, para el Israel de
aquel tiempo, era un perfume. Desconozco si hoy se emplea en la compleja
composición de las más caras fragancias. Son secretos industriales bien guardados.
Reconozco que, por más que lo he intentado, para mí no resulta ser perfume
apreciable.
Sea considerado como sea, se trata de la más cara especia. Dicen que para
conseguir un gramo de azafrán tostado, tal como nos lo ofrece el comercio, son
necesarias 150 flores, de aquí que su precio en España, que es el principal y más
apreciado productor, ronde los 3000 € el Kg. El procedente de Irán, según leo no es
de tanta calidad. Antiguamente también se cultivó en Cataluña y me entero de que
se pretende reintroducirlo ahora, en los lugares donde antes era fuente de riqueza
para la paciente población, capaz de dedicar su tiempo a la meticulosa ocupación de
arrancar los tres hilos de cada flor.
En algunas traducciones de la Biblia, el azafrán aparece en Isaías 35,1 “El desierto
y el yermo se alegrarán, y se regocijará el Arabá y florecerá como el azafrán… Pese
a que son más de una y respetables las que así traducen, la de Chouraqui en este
caso parecería debiera ser la más acertada y pone en este lugar Amaryllis, muy
diferente al azafrán, consulto las de más crédito, la TOB por ejemplo, y no
mencionan a nuestra especia. Así que lo único seguro es el Cantar, pero ya es un
buen honor para la humilde y preciada flor, que también llaman rosa del azafrán,
sin que para nada se parezca a ella.