RUTINAS COTIDIANAS
No hace mucho escribía sobre una semana distinta con oportunidad de los ejercicios
espirituales vividos con nuestra comunidad.
Una persona me realizó un comentario sobre esa semana.
“Me alegra haya pasado bien esa semana ya que muchas veces me pregunto cómo
hace para soportar tantas rutinas”
El comentario me mereció un agradecimiento y una aclaración.
Un agradecimiento puesto que se comentario indicaba una preocupación de su
parte sobre mi vida.
Una aclaración puesto que había, de su parte, una visión que no era correcta.
Cualquiera puede, con un poco de atención, saber, más o menos, mis movimientos.
Suelo ser bastante reiterativo en mi actuar.
Soy de esas personas que suelen realizar, casi siempre, los mismos recorridos.
Tengo actividades que, por reiteradas, ocupan mucho espacio dentro de mi
semana.
Todos los días, más o menos a la misma hora, me ubico en el mismo lugar a tomar
mate mientras espero la hora del comienzo de la eucaristía diaria.
Salvo cuando llueve espero la llegada de quienes colaboran en la preparación de la
comida ubicado en el mismo lugar tomando unos mates.
Para cualquiera puedo resultar un tipo aburridamente rutinario.
Entiendo que la rutina es una postura interior ante las actividades.
Puedo, por suerte, saber que estoy lejos de vivir como rutina las actividades de
mis días.
Sería trágico así fuese.
Sería patético me dejase ganar por la rutina.
Mentalmente vivo cada día con la certeza de que estará pleno de novedades y así lo
encaro.
Debo aclarar no soy un dechado de virtudes ni un ser capaz de brindar enseñanzas.
No podría asumir que mis días están llenos de rutinas.
Podré realizar actividades reiteradas a lo largo de la semana pero, muy bien lo sé,
jamás es la misma actividad.
La mesa compartida posee la novedad de, siempre, temas distintos lo que hace que
la mesa siempre sea una realidad llena de novedad.
También posee la novedad de los comensales que, vez a vez, presenta novedades.
La eucaristía de cada día está colmada de vivencias cotidianas y, por lo tanto, de
novedades.
Así podría mirar todas y cada una de mis actividades para descubrir que ellas me
impiden caer en la rutina de las mismas.
Cuando la rutina entra en nuestra actividad la misma se nos vuelve una insulsa
monotonía.
Cuando la rutina entra en nuestra actividad la misma pierde la frescura de la
novedad.
Cuando la rutina gana nuestra actividad la misma se nos vuelve tediosa y
cansadora.
Pero, creo yo, la rutina no es un algo que, de por sí, se adentre en nuestra
actividad es un algo que nosotros dejamos entrar.
La rutina es un algo que vamos, progresivamente, dejando domine nuestra
actividad.
Sin nuestro consentimiento la rutina jamás llega a ser.
No es algo que pueda llegar a ser si nosotros no le permitimos sea.
Por ello es bueno estar atentos a que esa posibilidad no se gane, desde nosotros, a
lo que nos toca realizar.
Nunca, por más que la actividad se reitere, realizamos la misma actividad.
En esta dinámica de la vida no debería haber espacio para las rutinas cotidianas
aunque sepamos de memoria los movimientos que debemos realizar .
Padre Martín Ponce de León SDB