Experiencias, reflexiones y visiones globales
P. Fernando Pascual
7-11-2015
Nuestros pensamientos arrancan de la “experiencia”. La experiencia es directa, si entramos en
contacto inmediato, desde nuestros sentidos, con una realidad. O indirecta, si nos llega a través
de otros que me comunican, de palabra, por escrito o de otra forma lo que vieron y oyeron.
Cuando nos llegan “experiencias indirectas”, podemos valorarlas de varios modos. Uno, si existe
la posibilidad, con un esfuerzo por verificar y ver la información por nosotros mismos. Si me
dicen que se ha incendiado un mercado de la ciudad, puedo tomar un autobús y comprobarlo en
primera persona.
Otro, desde un análisis reflexivo sobre las fuentes, las convergencia o discrepancia de datos... Si
me llegan informaciones diferentes sobre los muertos en un ataque aéreo, es obvio que no hay
claridad sobre lo informado y que unos tienen la razón y otros no (o quizá ninguno...).
El análisis reflexivo también se fija en la mayor o menor credibilidad de quien me comunica la
información. ¿Es una persona honesta? ¿Tiene intereses por los que desearía engañar? ¿Está
cerca de los hechos? ¿Trabaja con un buen método y sabe explicarse correctamente?
A través de las diferentes experiencias (directas o indirectas), cada uno elabora, con mayor o
menor velocidad, una visión global sobre sí mismo, sobre los demás, sobre el mundo, sobre el
sentido de la vida en general, sobre la posibilidad de una vida tras la muerte, sobre Dios.
Esta visión global será más perfecta en la medida en que se acerque a la realidad. Desde luego,
quienes afirman que la realidad es incognoscible, adoptan un modo de pensar (una visión global)
de tipo escéptico, que es tan discutible como lo pueden ser otras visiones globales “dogmáticas”.
Igualmente, la mayor o menor validez de la visión global depende de otros aspectos
fundamentales. Podemos indicar algunos: la amplitud y calidad de experiencias que hemos
logrado recoger en nuestra memoria; la mayor o menor capacidad crítica que uno posea; la
honestidad de vida (quien vive sometido a pasiones que le llevan al vicio encontrará serias
dificultades a la hora de pensar correctamente).
Sea cual sea el camino seguido, entre errores y aciertos, lo cierto es que todos pensamos y
actuamos desde las visiones globales que hemos elaborado. Ayudar a un pobre, limpiar la
cocina, aceptar el consejo de un médico, pedir perdón a un familiar a quien hemos dañado, son
actos que nacen desde ese modo personal que hemos adoptado para pensar en el “todo”.
Cada día asimilamos nuevas experiencias. Muchas veces, supondremos que nos confirman y
refuerzan la visión global que suponemos verdadera. Otras veces la pondrán en crisis, hasta el
punto de tener que replantearlo todo.
Así caminamos, como seres humanos, en la búsqueda de verdades que nos permitan guiar la
propia vida y comprender mejor este mundo tan complejo en el que vivimos. No siempre
acertaremos. Pero con un corazón despierto y una mente sanamente reflexiva nos esforzaremos
para avanzar, poco a poco, hacia una visión que sea lo más correcta posible.