Opiniones abiertas a la verdad
P. Fernando Pascual
5-12-2015
“Creo que ma￱ana lloverá. Supongo que el pr￳ximo ministro de educaci￳n será X. Me parece que ese
trabajo no es bueno para ti. Tengo la impresi￳n de que la gripe será muy dura este invierno”.
Continuamente formulamos opiniones, o escuchamos las opiniones de los demás. En esas opiniones
hay un deseo de llegar a la verdad, y una conciencia de que nos faltan datos para alcanzarla.
Cuando opinamos, lo hacemos normalmente desde una frágil plataforma donde se mezclan elementos
seguros y elementos dudosos. ¿Por qué ocurre esto? Porque el devenir humano es sumamente
complejo, y pocos consiguen una visión completa que ayude a emitir juicios seguros y, sobre todo,
verdaderos.
Por lo mismo, al encontrarnos con opiniones abiertas a la verdad, reconocemos que hace falta buscar
nuevos datos y nuevas perspectivas para disipar dudas, para corregir posibles errores, para mejorar la
opinión y, si fuera posible, para alcanzar un día conclusiones verdaderas.
Uno de los deseos más arraigados en la mente y el corazón de los seres humanos es el que nos empuja
hacia la verdad. La opinión, ciertamente, resulta útil, y muchas veces es lo único que tenemos a la
mano. Pero más allá de ella y sus inseguridades, queremos ver mejor, anhelamos conquistar la verdad.
En un mundo donde se escuchan afirmaciones precipitadas, donde hombres y mujeres defienden como
certezas lo que deberían reconocer como simples opiniones, hace falta detenerse y pensar bien las
cosas. Solo así sabremos cuándo estamos ante verdades sólidas o ante opiniones frágiles pero abiertas a
la verdad.
Son opiniones humildes, sí, pero fecundas, porque nos mantienen en esa sana actitud de búsqueda que
permite evitar equivocaciones más o menos graves, y porque ayudan a tener los ojos y la mente
abiertos hacia todo aquello que nos permita salir de la duda y llegar a certezas sanas y fecundas.