AÑO DE LA MISERICORDIA
El Papa nos ha invitado a vivir un año iluminados por la misericordia.
Una misericordia que se nutre de la esencia de Dios.
Para acercarnos al Dios de la misericordia debemos acercarnos al Dios de Jesús.
Dios que nos conoce y nos acepta.
Dios que nos respeta y acompaña.
Jesús nos acerca a Dios que es todo misericordia y cercanía.
Jesús nos acerca a Dios pronto para el perdón porque comprende nuestra debilidad.
Jamás nos mira a los ojos para un reproche o una censura.
Su misericordia nos hace descubrirnos con constantes nuevas oportunidades.
Podremos equivocarnos pero no nos lo enrostra sino que, porque nos continúa
amando, nos regala una oportunidad nueva.
Sin lugar a dudas Jesús es sacramento de la misericordia de Dios.
Nos la muestra con toda su entrega y realidad humana.
Desde Jesús lo humano nos pone en directa comunicación con Dios y su esencia.
Nada de lo nuestro le es ajeno a Dios como nada de lo suyo es ajeno a lo nuestro.
Desde Jesús todo lo nuestro nos pone en comunicación con Dios.
Desde Jesús todo lo nuestro nos debe hacer crecer en el corazón misericordioso de
Dios que se debe ir haciendo nosotros.
Jesús nos enseñó a no juzgar y a no condenar.
Nos enseñó a ser partícipes de la misericordia de Dios.
La misericordia crece desde el “no hagas a los demás lo que no quieres te hagan a
ti”
Podemos saber que es una necesidad para el mundo de hoy.
Una urgente necesidad.
Pero, como muchas veces lo hemos dicho y sin temor lo repito, es una necesidad
que debe comenzar por cada uno de nosotros.
No esperemos la acción de los países poderosos.
No esperemos la postura de los devaluados organismos internacionales.
No esperemos de las jerarquías de turno.
Necesario es que comience en y desde nosotros.
En nuestras relaciones diarias la misericordia no puede darse porque sea una
propuesta del Papa Francisco.
Debemos experimentar que es una necesidad urgente.
Es el grito que nos llega desde tantos seres que se saben marginados por la
inmensa mayoría.
Es el clamor que nos plantean tantos ancianos solos.
Es la voz que surge desde tantos “depósitos de ancianos”
Es la mirada que nos dirigen tantos niños carenciados.
Es el grito que retumba en nuestro interior desde tantas familias que se están, por
diversas razones, destruyendo.
Es el clamor que se alza desde tantos seres indiferentes a los demás.
Es la voz que nos hace saber que ya no podemos continuar en medio de tanta
violencia y desconfianza.
Podemos hacer de este año de la misericordia un algo puramente místico y no
haremos otra cosa que alejarnos de lo que, verdaderamente, es la misericordia de
Dios.
Para hacer crecer la misericordia en nuestro corazón debemos acercarnos a Jesús.
Un ser que fue comunión con Dios porque comunión con los demás.
Jesús no vivió la misericordia de Dios encerrado en un templo sino que la vivió
andando al encuentro de los demás.
La vivió haciéndola dignificación e integración de los marginados.
Año de la misericordia, tiempo para crecer en el encuentro promotor de dignidad y
libertad del otro.
Padre Martín Ponce de León SDB