DEDAL DE VIDA
Me encontraba dando vueltas por el fondo de la casa.
Una enredadera, que crece y se extiende vertiginosamente, siempre se
encuentra con flores.
Ello explicaba la constante presencia de un colibrí por entre sus flores.
Pero un día algo llamó mi atención.
El colibrí desapareció sin que pudiese notar por donde había salido.
Pensé se habría posado en alguna rama y me puse a buscarle con la
mirada.
Si estaba posado no pretendía ahuyentarlo ya que bien merecido tiene un
descanso a su interminable agitar de alas.
Grande fue mi sorpresa cuando pude encontrarle.
Solamente se veía su pico y su cola saliendo de un diminuto nido.
Colgando de una de las ramas interiores había una obra de arquitectura en
miniatura.
Siempre que pasaba por ese lugar me detenía a observar aquel diminuto
nido.
En oportunidades estaba ocupado y en raras ocasiones vacío.
Una de esas veces que estaba vacío miré su interior.
Dos diminutos huevitos muy blancos brillaban en el fondo de una oquedad
pulcramente construida.
Poco tiempo después ya no quedó vacío nunca más.
Había llegado el momento de la incubación.
No sé cuantos días pasó echada pero, sin duda, fueron muchos.
Hace poco, al pasar por allí cerca, la pequeña colibrí abandonó el nido.
Aprovechando su ausencia miré su interior.
Dos minúsculos pichones estaban en la calidez del fondo del nido.
Dentro de aquel minúsculo dedal de telas y pasto bullía la vida.
Así como los observé me retiré para no incomodar su necesaria
tranquilidad.
Pequeños, pequeñísimos.
Así somos nosotros para con el universo, fue lo que se me ocurrió pensar.
Terriblemente frágiles.
Notablemente indefensos.
Absolutamente necesitados.
Quería volver a mirar para observar algunos detalles como el largo de sus
picos o el color de sus plumones pero no podía incomodar.
No podía perturbar tanta fragilidad con mi curiosidad.
Es lo que siempre solemos hacer con respecto a nuestra relación con el
medio.
Con facilidad olvidamos nuestra fragilidad y pequeñez para utilizar las cosas
conforme nuestro gusto.
Nos creemos capacitados de imponer nuestros caprichos al resto de las
cosas.
No siempre es una respuesta a una necesidad ya que, en muchos casos,
responde a nuestros intereses o a nuestras ambiciones.
Vemos, con inquietud, las muestras que el medio nos realiza como señal de
su estar maltratado y quejándose.
Se altera y nosotros bien sabemos las razones de su alteración pero,
inmediatamente, miramos en otra dirección ya que no nos interesan sus
quejas.
Mientras tanto……. colgando de una muy débil rama………. un dedal de telas
y pastos está lleno de vida y nos dice de la necesidad de cuidados.
Mi curiosidad se dispara ante un algo que no es muy frecuente de ver.
Pero todo me dice que debo mantenerme alejado.
Todo me dice que, desde su pequeñez, necesitan de la naturaleza y no de
mi presencia junto a ellos.
En el fondo de casa hay un dedal y está lleno de vida.
Padre Martín Ponce de León. S.D.B