AUTENTICIDAD
Hace poco debimos despedir, físicamente, a una persona muy especial.
Con el paso de su vida fue cargándose de pergaminos y reconocimientos.
Lo suyo eran las plantas y las flores y se debe reconocer que sabía de ello.
Había recorrido mucho mundo conociendo y aprendiendo.
Había estado en muchos lugares dando charlas o juzgando sobre su
especialidad.
Ello la había convertido en una viajera incansable.
Su presencia por la ciudad se debía, fundamentalmente, a estar de paso
rumbo a algún viaje o porque debía realizar los arreglos florales para alguna
boda.
Su vida se realizaba en medio de sus plantas y su tierra.
Nada le importaba tanto como el ser ella.
Logró hacerse de una personalidad que le llevó a estar por fuera de los
convencionalismos.
Lo más llamativo de esta persona era su presencia.
De cuerpo pequeño y en constante movimiento.
Bien se podría decir que asemejaba una ardilla de esas inquietas que se
ven en las películas.
Podía verse con botas de goma y los pantalones metidos dentro de ellas.
No solía llevar adornos o lujosas prendas.
Todo lo de ella destilaba sencillez.
Así era y no dudaba en manifestarlo desde su forma de ser.
No tenía problemas para detenerse y brindarme un saludo como para
comentarme había estado conversando con alguno de los cuida coches.
Para ella el otro importaba como persona y no por su condición.
Muchos de sus gestos adquieren cierta relevancia hoy, físicamente ya no
está, pero ella los hacía con naturalidad y silencio.
Con total tranquilidad podía tratar con alguien de posición económica
notoria o con alguien con más necesidades que posibilidades.
Con quien sea que tratase brindaba su conversación amable y su sonrisa.
No precisaba recurrir a poses o apariencias.
Ella era como era y lo vivía con satisfacción y plenitud.
Era una apasionada de lo que hacía y sabía demostrarlo.
Por ello es que, ante seres como ella, uno no puede menos que despertar
una gran admiración.
Se necesita ser muy grande para vivir con tanta autenticidad.
Se requiere estar muy a gusto con uno mismo para ser con tanta libertad.
Hoy en día, donde tanto importa la opinión de los demás, lo suyo es un
claro ejemplo de que es posible.
Sí, es posible ser uno mismo y vivir en consecuencia a ello.
Es posible no vivir para aparentar sino para ser y ello es lo verdaderamente
realizador.
Es posible vivir de espaldas a lo que la mayoría tiene como arquetipos y ello
no hace otra cosa que despertar admiración.
Es posible apasionarse por lo que se realiza sin necesidad de vivir para
cumplir con lo que se cree debería ser lo estipulado.
Es posible ser uno mismo aunque ello no responda a lo socialmente
esperado.
Su nombre no importa.
Importa su grandeza y su lección de vida.
Importa su autenticidad y su coherencia con ello.
Por ello es que, hace muy poco, despedíamos físicamente a una grande de
nuestro hoy porque supo ser ella misma.
Padre Martín Ponce de León. S.D.B.