UNA SONRISA SIN FINAL
Los relatos evangélicos se refieren a ello como el primer signo realizado por
Jesús.
Aquellos novios organizaron su fiesta de bodas.
Invitaron a sus amistades a participar de la misma.
Fiesta de bodas que duraba varios días y era acompañada de abundante
comida y bebida.
Los organizadores equivocaron sus cálculos o los invitados bebieron mucho
vino.
Sin duda que ello es un detalle que no interesa. Lo real es que en un
determinado momento, casi como un murmullo, comenzó a correr la
información de que se terminaba el vino.
Lejos estaban los invitados de esperar que la fiesta llegase a su final.
Lejos estaban los dueños de la fiesta de sospechar que ella tendría un final
bochornoso.
Las fiestas están marcadas por la abundancia y no por el gusto amargo de
la escases.
Jesús recién está comenzando su vida pública.
Los signos que realiza son para manifestar su identidad.
Él no ha venido para realizar milagros sino para revelar a Dios y su reinado.
Su madre le solicita un signo que va más allá de su identidad.
Su madre, una mujer, alguien que no contaba para la sociedad de aquel
tiempo, le pide algo más.
La historia de Jesús va a estar marcada por solicitudes de los marginados.
No es el momento de aquel signo puesto que el mismo es propio del fin de
su historia.
La solicitud de los que están al margen siempre encuentra respuesta en
Jesús.
Jamás será indiferente a la solicitud de los necesitados.
Aquellos novios habrían de quedar “pegados”.
Su fiesta sería motivo de comentarios burlones en su contra.
La madre de Jesús no desea que ello suceda con esos seres con los que les
une esa cercanía que se hizo invitación a la fiesta.
Jesús responde transformando el agua en buen vino.
Jesús hace que la fiesta se prolongue.
El reinado de Dios es una fiesta y Jesús hace que la misma se prolongue.
El reinado de Dios es una fiesta que se continúa desde la fraternidad y la
solidaridad.
Él viene a mostrarnos, con su estilo de vida, la forma de prolongar la fiesta
del reinado de Dios.
Él logra hacer que lo que era motivo de una frustración se convierta en una
sonrisa prolongada.
Darse, brindarse, involucrarse y comprometerse es, siempre, un motivo
para que una sonrisa se prolongue.
Dejar de lado lo planificado para hacer algo por el bien de alguien es
despertador de esa sonrisa que no debe desaparecer en la fiesta de Dios.
Responder a la necesidad de alguien es hacer brotar la fiesta de Dios que es
fiesta del amor.
Poner lo mejor de uno al servicio de los demás es construir la prolongación
del reinado de Dios.
Todo lo de Jesús se culmina en su entrega en la cruz.
Este signo debería ubicarse luego de su cruz para mostrarnos lo que implica
intentar vivir lo que Él.
Pero los evangelistas nos lo colocan en primer lugar porque lo de Jesús no
guarda la lógica de los hombres.
Lo suyo es una sonrisa que se prolonga en una fiesta sin final y así
comienza su actuar.
Padre Martín Ponce de León S.D.B