LINEAS MADRUGADORAS
Me miro y no puedo creer lo que estoy haciendo.
Debí encender la luz para poder ubicarme frente a la computadora.
Las luces oscuras de la noche no se han retirado.
El calor del día se ha encerrado en el cuarto y se empeña en no abandonar
al mismo.
Los mosquitos, estoy casi seguro que son varios, se han empeñado en
zumbar cerca de mí.
Para evitar que ello sea una causa más para que el sueño pesado se haga
presencia me he debido poner repelente.
Entre la transpiración y el repelente soy una realidad pegajosa que se
mueve sobre la sábana.
La sábana se me pega al cuerpo y ello produce una incomodidad más para
conciliar un sueño que se empeña en no llegar.
Todas las noches, antes de dormir, necesito leer un rato. Hoy ya he gastado
muchos ratos intentando que la lectura acerque un sueño que no llega.
Por ello es que he decidido levantarme, encender la computadora y
comenzar a redactar un artículo.
Un insecto, atraído por la luz de la pantalla, se acerca a observar lo que
estoy haciendo a una hora completamente inusual para mí.
Mi mente gira en torno a lo que he leído y lo que trato de entender.
Trato de pensar en el compromiso de Jesús con el proyecto de Dios y su
rechazo a lo que giraba en torno al Templo.
Para el pueblo judío el templo era lo que garantizaba la presencia de Dios
en medio de ellos como pueblo elegido.
Era el lugar santo por excelencia pero había sido transformado por las
autoridades dominantes del mismo.
El carácter hereditario de algunas jerarquías había llevado, con el paso del
tiempo, a construir una verdadera casta que vivía de los beneficios que el
templo ofrecía.
Todo pasaba por el templo ya que la ley poseía un marcado acento
religioso.
Con facilidad se caía en errores ante la ley y tal cosa significaba la
declaratoria de impureza de quien cometía el error y tal cosa implicaba la
marginación social.
Muchos eran incultos y por lo tanto incapaces de retener los más de 500
preceptos que se debían cumplir para permanecer fieles a la ley y ello
implicaba marginación social.
Una declaratoria de sanación era emitida por el templo y ello implicaba una
importante erogación.
La conversión de una prostituta insumía una cantidad importante de dinero
y no podía ser el suyo ya que había sido obtenido de manera incorrecta.
El dinero que traían los que venían del extranjero no podía ser utilizado ya
que era dinero pagano y debía ser cambiado por el dinero del templo.
Los únicos animales validos para las ofrendas eran los que se ofrecían en el
templo.
Es así como, en los tiempos de Jesús, el templo se había convertido en una
gigantesca caja recaudadora que engrosaba las arcas de las jerarquías del
momento.
Jesús se resiste a condescender con tal situación.
Para Él lo verdaderamente importante eran las personas más que los ritos y
los preceptos.
Mientras pienso en esto me pregunto por mi realidad de cura hoy.
¿Qué lugar ocupan los demás en mi vida? ¿Cuánta importancia le doy a los
ritos?
Continuaré pensando en esto mientras vuelvo a mi cama y dejo estas líneas
madrugadoras.
Padre Martín Ponce de León