La confianza es la medida del amor
P. Adolfo Güémez, L.C.
Para que una relación personal funcione tiene que cumplir con ciertos requisitos. El más
importante es la confianza. Sin confianza, no hay ninguna posibilidad de perseverancia.
Todo –tarde o temprano–, se acabará.
Y sin embargo, ¡qué frecuente es encontrar situaciones como estas!
«Mi mujer parece paranoica. Se la vive dudando de todo lo que hago. Me controla
mis salidas, mi teléfono, mis citas. ¡Pareciera que quiere convertirse en mi dueña!»
«Mi marido piensa que soy tonta. Me tiene controlada por el dinero. No hay un solo
centavo del que no me exija cuentas. Ah, pero eso sí, ¡quiere que siempre haya de
todo en la casa!»
Relaciones así no pueden fortalecerse. La primera condición de posibilidad para que el
amor crezca es la confianza. Pero no una confianza ciega, sino aquella que es correspondida
por los actos de las mismas personas.
Porque no podemos exigir confianza, y por otro lado actuar como si no tuviéramos
compromiso alguno con la persona amada. Confiar significa creer en el otro, en su
responsabilidad, en la seriedad de su compromiso.
No es válida la actitud de un marido que pide confianza a su esposa para hacer un viaje de
negocios, cuando en realidad se trata de unas vacaciones con sus amigos.
Tampoco la mujer que exige libertad en los gastos del hogar, sin más control del hombre,
pero que despilfarra innecesariamente el dinero.
La confianza recibida solo se sostiene a través del tiempo cuando se da la correspondencia
entre mis compromisos y mi propio actuar.
La persona que es buena para hablar, pero no para cumplir, poco a poco irá perdiendo la
confianza de los demás.
Si en tu matrimonio hay muchas palabras, pero pocas obras, ¡comienza pronto a actuar! Si
hay bellas promesas, pero poco esfuerzo por realizarlas, ¡no esperes más para llevarlas a
cabo! Si hay muchos abrazos, pero poco respeto, ¡dale pronto su lugar al otro!
Jamás hemos de dejar de esforzarnos por dar y recibir confianza, pues se trata de una virtud
dinámica, que requiere atención y alimento.
Mas para convertirme en alguien digno de la confianza del otro, en primer lugar tengo que
tener confianza en mí mismo. Una persona que jura, sabiendo que no va a cumplir, o que se
compromete a cambios de actitudes sin tener la seguridad de poder hacerlo, no se merece
confianza.
Confiar en uno mismo es conocer lo que uno es capaz, con sus más y sus menos, sabiendo
que hay cosas que nos superan, y otras que sí podemos alcanzar. Es aceptar nuestras
limitaciones, poniendo todo lo que está de nuestra parte para superarlas, pero sin ser
temerarios en nuestros compromisos.
Si queremos amar, aprendamos a confiar, pero también a ser dignos de confianza. Porque la
confianza es la medida del amor.
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