MÁS SOBRE EL ORO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Su mismo nombre, en su origen y símbolo, aurum, lo indica: es un brillante
amanecer. Es de los pocos metales que en la naturaleza se puede encontrar en
estado puro, solo precisa separación física de su ganga, el cuarzo. Otra
particularidad, que todavía existe, es la de extraerlo en forma de lo que se llama
pepitas, de entre las arenas que arrastran ciertos ríos. Lo de pepita es un decir,
no se imaginen que semejan semillas de melón, como yo de pequeño así creía.
Tal vez su tamaño le sea parecido, pero la superficie es rugosa, al menos las que
he tenido ocasión de ver.
Su fama es tal, que los antiguos alquimistas pretendían conseguir este metal
partiendo del vulgar plomo. Recuerdo, y no sé si fue opinión general, que
cuando se publicó la noticia de que se habían bombardeado dos poblaciones de
Japón con bombas atómicas y con ello hecho público que se había conseguido la
desintegración del átomo, se afirmó se habían acabado las escaseces. Oro puro
se conseguiría a bajo precio. ¡Pobre Demócrito y compañeros griegos que
cayeron en ridículo público por aquellos días! (No recuerdo que informaciones
científicas lo dijeran, que por otra parte, debido a mi edad, tampoco hubiera
podido conocer). De una manera semejante se expresa la ambición de algunos
clandestinos buscadores, que pretenden ingeniárselas para poder encontrar
alguna marmita antigua enterrada y con monedas de oro.
Si fundamentalmente el oro es el rey de la joyería y cualquier otro lugar de
manifestación de poderío e importancia, el lujo no es su exclusiva utilidad. La
misma característica de alterarse con dificultad y ser buen conductor eléctrico le
convierte en metal muy apreciado para diminutas conexiones electrónicas en
tantos aparatitos que inundan nuestra vida diaria. Sin excluir otras finalidades,
tanto en técnica industrial, como médica, para-médica o hasta de instrumentos
musicales.
Decía la semana pasada que en la Biblia aparecía en 494 ocasiones y hoy añado
que es el metal que más veces es citado en el sagrado texto. Aparece ya al inicio
del Génesis (2,10) “De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se
repartía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de
Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino”.
La última apreciación ya nos denota una característica: el oro puede ser puro o
aleado con otros metales, que disminuirán su precio o aumentarán su dureza y
resistencia, cualidad esta necesaria a veces. Si nuestro vocabulario lo expresa en
quilates y calidades, en la Biblia recibe diferentes nombre que me parece no es
preciso que los copie aquí. Vaya por delante que el más preciado es el que
llegaba de tierras de Ofir, territorio este no totalmente localizado, pero que
corresponde a tierras del sur de Israel, algunos dicen que de la misma India.
La sabiduría y la fe, son mejor que el oro. Aunque el oro tiene un gran valor, al
igual que las demás riquezas materiales, no puede dar vida a los que lo poseen
(Sl 49:6-8; Mt 16:26), y ninguna cantidad de oro puede comprar la sabiduría
verdadera que procede de Jehová. (Job 28:12, 15-17, 28.) Son mucho más
deseables sus leyes, mandamientos y disciplina que mucho oro refinado. (Sl
19:7-10; 119:72, 127; Pr 8:10.) El oro no podrá librar a nadie en el día de la
cólera de Yahvé. (Sof 1:18.) Son estas algunas citas de entre las muchas que se
podrían entresacar del Texto sagrado.
No puedo continuar sin citar a Pedro que en IPe 1,7 dice: a fin de que la calidad
probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por
el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la
Revelación de Jesucristo.. . Ni olvidar la imagen del sueño de Nabucodonosor
“tenía la cabeza de oro, y el resto de la imagen estaba hecho de materiales
menos preciosos…” (Da 2,31…)
El Arca de la Alianza estaba hecha de madera de acacia del desierto, (diferente
este árbol de nuestras acacias, dicho sea de paso), recubierta de oro. En este
caso, y en la mayoría de los que aparece la expresión, hoy en día diríamos que
estaba chapada en oro, a diferencia de las 8 veces que se habla de dorado, que
en estas ocasiones se refiere a cantidades ridículas e ínfimas, que cubren un
objeto profano o idolátrico.
El gran importador de oro en la historia de Israel fue el rey-emperador Salomón,
en el II de las Crónicas se dice que los navegantes del norte le traían oro de
Tarsis. Si esta cultura corresponde a la de los Tartessos, en el sur de España,
como afirman los arqueólogos, (no así los exégetas, que la sitúan más cercana),
las tierras hoy andaluzas, proporcionaron el rico metal del que estaban hechos el
Propiciatorio que cubría cual tapa sagrada y protectora el Arca de la Alianza y el
candelabro de los siete brazos, o Menorá.
Estos dos objetos hoy diríamos hechos de oro macizo. O tal vez, más
exactamente, de oro fundido, aunque pudieran estar parcialmente huecos. Me
detengo brevemente en el segundo. Se trataba de un enorme candelabro que
acababa en siete cazoletas, que se llenarían de aceite periódicamente, pues era
preciso revisar su contenido y cambiar las mechas que se iban consumiendo.
Despabilar se llama a esta operación.
En Roma, en un relieve del Arco de Tito, junto al Foro, se ve a soldados romanos
que se llevan como rico botín del Templo, destruido por ellos el año 70, el
enorme candelabro. No se sabe que se hizo de él, por aquel tiempo lo
importante era el metal, no el objeto que podía valorar posibles anticuarios si
hubieran existido.
Junto al Parlamento de Israel, Kneset en hebreo, se levanta una monumental
Menorá, regalo del gobierno inglés que, evidentemente, no es de oro. Si lo he
mencionado es porque, paradójicamente, el preciado objeto que les fue
usurpado el día de su gran derrota, se ha convertido en símbolo del moderno
estado y cumple el rol de figura central de su escudo oficial.
Por el sector judío del viejo Jerusalén actual, puede verse, seguramente podrá
continuar pudiendo verse, una soberbia lámpara como la de tiempos bíblicos, de
oro, según dicen, y preparada para que ocupe su lugar en el Tercer Templo que
sueñan volver a edificar. Proyecto este que, indudablemente a unos ilusiona, a
otros irrita y a los más les tiene sin cuidado, es mi opinión.