PLATA-DOS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Antes de continuar divagando sobre el metal plata que aparece tantas veces en
la Biblia, creo es oportuno referirme a unas nociones elementales, previas a
presentarlo como base monetaria.
En primer lugar debemos situarnos ante la balanza. Por lo que leo, su origen
está en la cultura egipcia. La sitúan los historiadores en el 3.500 a.C. Era un
trasto sencillo, consistente en un palo vertical, atravesado por otro horizontal
que se apoyaba en él. Del mismo se suspendían en cada extremo los platillos.
Así aparece en dibujos junto a escrituras jeroglíficas. Balanzas de tal suerte
todavía hoy se usan y son precisamente las que penden de un brazo del
personaje simbólico que representa a la justicia. Cuando se lograba el equilibrio
entre los materiales que se depositaban en cada uno de estas pequeñas
plataformas, se conocía el peso. ¿y cuál era el patrón? ¿Quién lo escogía? Me
limito ahora a explicar lo que sé y era propio de la cultura hebrea.
La unidad era el talento. Solo conozco un ejemplar de tal patrón. Se conserva en
el Museo Bíblico de Montserrat. Lo trajo al monasterio el P. Ubach. Este buen
monje y excelente exégeta de principios del siglo XX, se movió por el antiguo
Creciente Fértil, investigando, recogiendo, fotografiando y comprando todo lo
que pudo, para que los monjes, sin moverse del monasterio, pudieran avanzar
en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Se trata de una piedra relativamente
grande, de unos 60cm de alto y algo así como 20cm de ancho y profundidad. En
alguna exposición de otra entidad la he encontrado como material prestado, por
lo que supongo debe haber pocos ejemplares. Su peso, en esto coinciden todos
los autores, rondaba los 34kg.
No imagino al patriarca Abraham acercarse a Hebrón llevando un tal pedrusco,
comprobando el vendedor su valor, para de inmediato ir depositando trozos de
plata en el otro brazo, hasta lograr el equilibrio. Que cada uno imagine la escena
como pueda. Evidentemente, resultaría una situación incómoda. De tales
molestas experiencias, se derivarían seguramente las monedas. A fragmentos de
un metal fino, se le gravaba un número que significaba la fracción de su peso
respecto al del patrón. Algo se había avanzado, pero poco. El siguiente fue fundir
metal en un crisol y vaciarlo sobre un molde preparado al respecto. En la tal
horma se habían gravado una imagen que era signo de identidad y de
autenticidad. Con frecuencia era el rostro de una divinidad, de la autoridad que
la emitía, o del lugar de procedencia.
La calidad y belleza del metal plata, la relativa abundancia con que se
encontraba, su dureza dentro de un no elevado grado de fusión, su ductilidad y
facilidad de separación de la ganga que la acompañaba, fueron las causas de
que se convirtiera en el metal más apto para la acuñación de monedas, tal como
las entendemos.
Llegamos aquí al Denario, típico ejemplo de lo que vengo refiriéndome. Pero, por
diversos motivos, acabo hoy y ahora.