LA SOMBRA DE DIOS
Una de las adquisiciones más importantes que podemos lograr es la de llegar a ver
la sombra de Dios en todo lo que hace a nuestra vida.
Es poder llegar a descubrir que está siempre presente en todo lo que nos rodea.
Es saber mirar más allá de las cosas para descubrirla.
La sombra de Dios es una presencia que nos rodea sin que tengamos conciencia de
ello.
Así como no podemos desprendernos ni huir de nuestra sombra jamás podemos
encontrarnos con algo que no posea la sombra de Dios.
Muchas veces intentamos hacer de nuestra vida una respuesta a la voluntad de
Dios y ello está muy bien. Mucho se nos facilitaría esta tarea si lográsemos
acostumbrarnos a ver la sombra de Dios.
Digo la sombra de Dios puesto que lo que vemos es algo similar a ello.
De Dios no conocemos su rostro y lo que de Él conocemos es mediante Jesús.
Jesús es presencia viva, real, pero desde su condición de resucitado y, por lo tanto,
sin necesidad de una realidad física.
Tampoco podemos pensar que las personas o las cosas son Dios.
Simplemente, en todo lo que hace a nuestra vida, nos encontramos con la sombra
de Dios.
Como toda sombra no hace otra cosa que acercarnos a vislumbrar lo que el dueño
de tal sombra es aunque sepamos que lo que hemos visto no nos muestra tal cual
es sino solamente vislumbres de su realidad.
La sombra de Dios nos hace saber de su iniciativa de amor y su cercanía.
La sombra de Dios nos hace experimentar el gozo de su presencia junto a nosotros.
Siempre nos debemos saber necesitados de Dios pese a ello debemos asumir, con
verdad, que desde nosotros también se proyecta la sombra de Dios.
Nunca podemos quedar satisfechos con la sombra de Dios que proyectamos.
Su presencia junto a nosotros, su sombra desde nosotros, debe resultarnos un
desafío permanente.
Siempre podemos empeñarnos en una mejor proyección de tal sombra y tal
realidad no responde a una capacidad personal sino a su presencia en nosotros.
Dios jamás deja de estar con nosotros pero, también, jamás actúa sin nuestro
consentimiento.
Proyectar su sombra es una acción suya y de nuestra libertad.
Es en y desde el uso de nuestra libertad donde vamos intentando ser más y más
fieles proyectores de su sombra.
La sombra de Dios siempre es portadora de vida.
Nos hace, constantemente, buscadores de realización como personas.
Nos ayuda a poder acercarnos a los demás y ayudarles a que se sepan tratados,
porque aceptados, como las personas que son.
No es, solamente, brindar lo mejor de nosotros sino, también, poder ver en los
demás lo mejor de ellos.
No ha de haber nada más gratificante que el saber que nos movemos desde la
sombra de Dios.
No ha de haber nada más reconfortante que el poder descubrir en los demás la
sombra de Dios para nosotros.
No se nos pide proyectemos la perfección de Dios (ello debe ser nuestra utopía)
sino que nos debemos empeñar en el intento de ser proyección de la sombra de
Dios.
Padre Martín Ponce de León SDB