Idealizaciones de los pueblos
P. Fernando Pascual
12-3-2016
Cada pueblo tiene una historia, con sus rupturas y sus continuidades, con sus misterios y sus
riquezas.
En ocasiones, algunos exaltan ese pasado de modo selectivo. Se fijan en épocas consideradas
como algo casi idílico, mientras que otras épocas son ignoradas por su falta de “brillantez”.
Otras veces se desprecia la historia del propio pueblo mientras que se exalta, de modo muchas
veces acrítico y confuso, la de otros pueblos considerados como modelos ejemplares del existir
humano.
Las idealizaciones, sin embargo, corren graves peligros. El primero, y el más peligroso, consiste
en el desconocimiento de los datos verdaderos. Porque es fácil decir que un pueblo ha tenido una
civilización altamente humanizante cuando se olvidan, por ejemplo, sistemas de tortura que
practicaba ese mismo pueblo con un cinismo maquiavélico.
El segundo peligro es ideológico, y consiste en ensalzar idílicamente aquellos pueblos en los que
uno se reconoce, mientras se critica a otros pueblos que tendrían estructuras y culturas
despreciadas según los prejuicios de quien los analiza.
Más allá de las idealizaciones y de las condenas sumarias, la mirada reflexiva y el estudio serio
buscará caminos concretos para conocer más a fondo la historia de cada pueblo y de cada
cultura, sin simplificaciones arbitrarias, sin condenas sumarias, sin exaltaciones acríticas y
tergiversadas.
Entonces será posible evidenciar cómo cada pueblo, cada cultura, cada tribu, cada Estado, del
pasado y del presente, tiene en su seno un poco de todo: heridas profundas, males condenables,
elementos positivos y tesoros que merecen ser conservados.
En otras palabras, solamente una mirada completa, capaz de mirar tanto lo bueno como lo malo,
verá que en cada cultura, como en cada ser humano, hay un misterio de contradicciones que no
podemos olvidar, y que exigen una valoración serena y equilibrada que llegue a separar la paja
del trigo, el mal del bien, lo corrompido y lo valioso.