El sentido de la Semana Santa
P. Adolfo Güémez, L.C.
Mark Mattson es un neurocientífico estadounidense que no ha desayunado en 35 años. Esto
es sorprendente dado que el desayuno es un alimento que se considera imprescindible. Sin
embargo, según afirma él, “una vez que te acostumbras, no es difícil”.
Su decisión de no desayunar no procede de motivos religiosos, sino de salud. Pero su ejemplo
nos enseña que cuando uno tiene un impulso para lograr algo, no importa el sacrificio. Porque
lo que da la fuerza para cumplirlo es el ideal, no lo que cuesta hacerlo.
Estamos por comenzar el Triduo Sacro. Se trata de un tiempo de oración y recogimiento
especiales, pero que no tiene sentido en sí mismo si no se dirige a Dios. Porque sólo Dios es
digno de nuestra adoración.
El problema es que muy fácilmente dejamos que las cosas exteriores tomen protagonismo,
arrinconando poco a poco la importancia que tiene el Creador de esas cosas. Y, así, se termina
perdiendo al mismo Dios en medio de todas ellas.
Cada una de nuestras tradiciones cristianas tienen un porqué y un para qué. Y de nosotros
depende el redescubrir la importancia de este valor.
Seamos sinceros, cuando no se conoce el sentido de algo, entonces este algo pierde su
trascendencia.
La Semana Santa es la oportunidad para renovar nuestra fe entera, dándole el sentido que
tiene de verdad.
El Jueves Santo nos recuerda que lo esencial en la vida de fe no son sólo las normas, sino el
amor con el que uno entrega el corazón. Durante este día Jesús nos invita a imitarlo, a hacer
el bien a los demás como a nuestros amigos, a no fijarnos tanto en el mal que nos hacen, sino
en el bien que podemos hacerles.
Durante la Última Cena Jesús nos deja el testamento de su amor: en el lavatorio de los pies
y en la Eucaristía. Y, a través de éste, nos invita a amar como Él.
El único día en que no se celebra ni una sola misa en el mundo es el Viernes Santo, pues a lo
largo de esta jornada acompañamos al mismo Cristo en su extenso camino desde su juicio
hasta el Calvario.
El Viernes es el día que nos recuerda hasta dónde está dispuesto a llegar un amor verdadero,
sin límites. Jesús nos da el ejemplo, y de nosotros depende el seguirlo.
Para el Sábado Santo la Iglesia guarda un respetuoso silencio, anonadada por la muerte de su
Señor. Es un día para meditar en la esencia de la vida, en el fin de mi existencia. Todos, tarde
o temprano, estaremos también en una tumba. Y es contemplando el sepulcro de Cristo, como
aprendemos que morir vale la pena si antes vivimos bien.
Y finalmente llega la resurrección, donde Dios deja bien claro que el mal no puede tener la
última palabra. La alegría y la esperanza vencen sobre la tristeza y el dolor. ¡Dios está vivo
y por eso es capaz de tocar mi vida!
No dejemos, pues, que estos días pasen como otros cualquiera. Vivámoslos como Dios quiere
que los vivamos, siguiendo a Cristo, de su mano y aprendiendo de Él.
www.padreadolfo.com