Experimentar la misericordia
¿Valoro la Confesión?
Pbro. José Martínez Colín
1)
Para saber
En la Semana Santa culmina la Cuaresma que fue la
preparación para la Pascua del Señor. En ella se rememora todo lo
que Jesús padeció por nosotros, manifestándose su misericordia de
un modo claro e inequívoco. Esa misericordia se continúa a lo largo
de los siglos, haciéndose presente de muchas maneras. Una de ellas
se lleva a cabo mediante el Sacramento de la Penitencia al recibir el
perdón de Dios.
Por ello, dice el Papa Francisco: “La Iglesia vive un deseo
inagotable de brindar misericordia… Ha llegado de nuevo para la
Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdn… el
perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el
valor para mirar el futuro con esperanza” (Bula El Rostro de la
misericordia, n. 12).
Y adelante enfatiza: “De nuevo ponemos convencidos en el
centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite
experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será
para cada penitente fuente de verdadera paz interior”.
2) Para pensar
Un suceso en Perú nos muestra la gran fe de unas personas
en este sacramento de la Reconciliación.
Sucedió en la población de Abancay, donde el párroco se
disponía a cerrar el templo cuando llegó un indígena con su mujer y
su compadre. La mujer llevaba un niño pequeño de pecho. Le
preguntaron al sacerdote si podía confesarlos. Les respondió que sí,
pero que lo esperaran un rato, pues debía atender a un moribundo
en ese momento. Ellos le dijeron que lo esperarían lo que hiciera
falta.
Cuando regresó el sacerdote el esposo se confesó. Luego le
dijo que ahora se iba a confesar su compadre y le pedía que lo
tratara “bonito”, pues llevaba muchos aos sin confesarse, y si no lo
trataba bien, posiblemente no volvería a confesarse. El sacerdote le
respondió que lo trataría muy bien, que no se preocupara. Después
confesó a la mujer también. Pero el niño empezó a llorar de un
modo tremendo. El sacerdote preguntó qué le sucedía al niño. Ellos
contestaron que ya se tenían que ir, pues había sido muy larga su
caminata y que el niño se calmaría en el camino. Cuando le dijeron
de dónde venían, el sacerdote no podía creerlo, pues era muy lejos,
teniendo que subir y bajar los montes. Pero más se sorprendió
cuando le dijeron el tiempo que había hecho caminando desde su
poblado: ¡25 horas! Y estaban dispuestos ahora a recorrer otras 25
horas de vuelta por la noche. Además, no habían podido comer
nada y la pobre mujer ya no tenía leche para darle al niño. Y todo
para confesarse y para que se confesara ese amigo que no lo hacía
desde hace muchísimos años.
El párroco les consiguió un alojamiento y comida para que
durmieran esa noche y que al día siguiente alguien pudiera
ayudarles en su regreso.
3) Para vivir
Un peligro para la vida espiritual está en que se introduzca la
rutina, y puede suceder también en el sacramento de la
Reconciliación. Para evitarla habría que fomentar el dolor por los
pecados, así como recordar que a Jesucristo le costó la vida y pagó
con toda su sangre el precio de nuestros pecados por amor a
nosotros.
Un buen propósito para este Año de la Misericordia puede ser
acudir al sacramento de la Reconciliación con la frecuencia
adecuada y con mejores disposiciones.