Mensaje cristiano de un político
Ángel Gutiérrez Sanz
El Premier británico ha sorprendido al mundo con un
discurso de Felicitación de la Pascua dirigido a los
británicos que ha tenido una repercusión en millones de
cristianos repartidos por el mundo. El video publicado en
Youtube está teniendo una difusión inusitada a través de
las redes sociales, fundamentalmente por medio de
WhatsApp, lo que le convierten en noticia de interés
social; aunque sólo fuera por esto merecería la pena
detenernos unos minutos para hacer un breve comentario
sobre el mismo.
Yo, que no me identifico con el Sr. Cameron, he de
comenzar reconociendo que su discurso me ha parecido
genial, lleno de sentido común, certero, oportuno y
valiente. “ La Pascua, empieza diciendo, es la ocasión de
celebrar el triunfo del amor sobre la muerte” . Estas
palabras dichas por el Papa, un obispo o un sacerdote, no
dejan de ser hermosas, pero dichas por un político de
primera talla es como si lo fueran mucho más. Lo deseable
sería que hubiera colegas autodenominados cristianos a los
que de vez en cuando se les escaparan expresiones como
esta .
El discurso va ganando en intensidad social y nos pone en
situación de reflexionar sobre el papel que debe jugar el
cristianismo en la vida de las naciones, hasta poder ver en
la identidad cristiana ese revulsivo que Europa está
necesitando. Tengo para mí que la cristianofobia no es el
mejor camino para hacerse con el liderazgo de Europa;
éste sólo está reservado para quienes apuesten por la
reivindicación de los valores cristianos.
Tiene razón David Cameron cuando dice “Todos
debiéramos sentirnos orgullosos de poder decir este es un
país cristiano” ¿Qué nos queda si renegamos de lo que ha
sido santo y seña de nuestra historia y cultura? ¿Con qué
ojos podemos mirar al futuro después de haber rechazado
todo horizonte de trascendencia? Nuestra vieja Europa va
quedando reducida a un club de mercaderes, donde sólo
tienen cabida burócratas egoístas, sin espíritu ni corazón,
que se les llena la boca con palabras altisonantes, pero que
cuando llega la ocasión miran para otra parte como
estamos viendo con el tema de los refugiados.
Nadie podrá negar que Gran Bretaña es un país
oficialmente cristiano que acepta otros credos, incluso a
los que no tienen ninguno. Lo que pone de manifiesto que
un estado puede ser confesional y garante a la vez de la
libertad religiosa, algo que no pueden decir todos los
estados laicos. Es curioso cómo cuando nos interesa
Inglaterra pasa por ser un referente a seguir, pero deja de
serlo cuando conviene. ¿No habíamos quedado en que
éste es un país puntero a la cabeza del desarrollo y de la
cultura? Entonces ¿por qué tiene que dejar de serlo cuando
apuesta por la civilización cristiana? Que se apliquen el
cuento todos los que a ultranza defienden que la religión
es una antigualla propia del pasado.
Hay que reconocer que en esta ocasión el Primer Ministro
británico ha estado a la altura de las circunstancias,
demostrado ser un político de temple, no acomplejado
como otros, capaz de salir a la palestra para predicar con
el ejemplo y decirnos que la religiosidad no es un asunto
privado, en contra de todos los que quisieran ver a un
cristianismo arrinconado en la sacristía. Gesto éste que el
laicismo no le va a perdonar y que posiblemente le cueste
algún disgusto.
Nunca he llegado a comprender por qué todos los
ciudadanos pueden expresar pública y libremente sus
convicciones menos los creyentes. Nadie ha sabido
explicarme por qué la confesionalidad teista es mala para
la sociedad y el confesionalismo ateo es bueno. Cierto
que el Estado Español es aconfesional, pero ello lo único
que quiere decir es que es neutral y que por tanto
creyentes como no creyentes han de ser tratados con el
mismo rasero. Eso en el peor de los casos, porque yo sigo
creyendo que la sociedad española no es menos cristiana
que la inglesa.
Por fin he de decir que me resulta consolador oír decir a
un mandatario europeo que “ Tenemos el deber de alzar la
voz y denunciar la persecución de los cristianos en el
mundo. A todos estos cristianos valientes de Irak y Siria
tenemos que decirles: “estamos con vosotros” . Todos
somos responsables de un largo silencio cómplice que nos
ruboriza. Ya iba siendo hora de que alguien se sumara a la
voz del Papa Francisco para denunciar uno de los más
abominables genocidios de la historia , ensalzando el
nombre de estos gloriosos mártires del siglo XXI y
poniéndonos al lado de todos los perseguidos por la fe, sin
miedo a asumir los riesgos que fueran necesarios.