LA MANO DE DIOS
Supuestamente no debería llamarme la atención el que alguien realizase tal
comentario.
Quizás lo que hizo que se despertase mi atención fue la persona que lo dijo.
Transitaba una de las calles de la ciudad cuando veo, un poco más delante de
nosotros a una persona.
Le digo a mi acompañante que se fijase quien iba caminando por allí.
“Es……. (pronunci￳ su característica)” y comenz￳ a bajar el vidrio de su ventanilla.
Sabía que algunos gritos habrían de surgir a modo de saludo.
Yo también lo saludé pronunciando su nombre.
Él respondió a nuestro saludo pronunciando mi nombre.
Continuando nuestra marcha le digo a mi acompa￱ante: “Vamos a buscarlo y le doy
algo de la polenta que guardé”
Dimos la vuelta la manzana y me detengo para esperarle.
“¿Querés comer un poco de polenta?”
“Claro que si” “Bueno, subí”
Una vez instalado en el auto le digo que tenía, para convidarlo, la polenta del día
anterior.
Me explicó que él se la había llevado y la había comido la tarde anterior.
“Como no tenía cubiertos la comí con los dedos y la gente me decía “Buen
provecho”. La que usted guard￳ la llevé y me la comí yo”
“Algo vamos a tener para convidarte” Yo sabría habría de darle lo que llevaba para
la noche.
Mientras comía me pregunt￳: ”¿Usted sabía que yo tenía hambre?” le contesté que
no.
“¿Usted sabía yo iba a pasar por esa calle?” le contesté que eso era imposible de
saber.
“Ve, esa es la mano de Dios”. “Sí, sin duda” le dije.
Ojalá pudiese ver la mano de Dios en todos los momentos de su día.
Ojalá supiese, yo, ver la mano de Dios en todas las acciones que hacen a mi día.
Al día siguiente pude, nuevamente, encontrarme frente a frente con la experiencia
de la mano de Dios.
Conversábamos, durante la mesa compartida, sobre los acontecimientos de
Dolores.
Uno de los asistentes manifestó su deseo de ir a dar una mano.
Le expresé que lo mejor era organizarse y poder dar una mano útil porque
respondiendo a alguna necesidad concreta.
Otros manifestaron su deseo de sumarse a tal cosa.
“A nosotros hace mucho que nos están ayudando. Lo menos que podemos hacer es
ayudar”
No puedo negarlo, me sentí orgulloso con aquella manera de mirar la situación.
Ahora está en mí poder dar los pasos necesarios para concretar esta iniciativa.
La mano de Dios se hace presente de manera inesperada.
La mano de Dios irrumpe en nuestra vida para que una calamidad se transforme en
una instancia de solidaridad.
La mano de Dios se hace presente para que en medio de una tristeza pueda surgir
una sonrisa.
La mano de Dios se hace encuentro para que en nuestra vida pueda crecer la
esperanza.
La mano de Dios se hace caricia que nos hace saber que no hemos estado
malgastando esfuerzos.
La mano de Dios se hace compañía que nos ayuda a saber que no estamos solos.
Por ello es bueno poder saber ver, en lo que nos rodea, la presencia de la mano de
Dios.
Padre Martín Ponce de León SDB