SUPERAR LA INDIFERENCIA
No podemos mirar a otro lado. Las imágenes que nos han
ofrecido los medios son desgarradoras. Riadas de hombres,
mujeres, jóvenes, niños… cruzando los mares, pasando por
debajo de las alambradas, ambulantes de un sitio para otro, sin
rumbo. ¿Dónde van? No saben qué hacer con ellos. Cuentan
que un niño de seis años se había quedado sin habla. ¡Era tanto
el sufrimiento y la desolación que tenía el muchacho!
Yo no tengo las soluciones para tanto refugiado y tantos
emigrantes. Lo que sí es cierto que es que este acontecimiento
nos interpela a todos. Es una realidad que no nos puede dejar
indiferentes.
Admiro a todas las organizaciones que han tomado carta en el
asunto, apoyo a Mensajeros de la Paz y a tantos grupos que se
han acercado y han llevado la ayuda y el consuelo que han
podido.
El Papa Francisco ha visitado Lesbos (Grecia). ha visto y ha
tocado la miseria de tanta gente. Recordemos algo de lo que ha
dicho, merece la pena:
“Ante las tragedias que golpean a la humanidad, Dios no es
indiferente, no está lejos. Él es nuestro Padre, que nos sostiene en la
construcción del bien y en el rechazo al mal. No sólo nos apoya, sino
que, en Jesús, nos ha indicado el camino de la paz. Frente al mal del
mundo, él se hizo nuestro servidor, y con su servicio de amor ha
salvado al mundo. Esta es la verdadera fuerza que genera la paz. Sólo
el que sirve con amor construye la paz. El servicio nos hace salir de
nosotros mismos para cuidar a los demás, no deja que las personas y
las cosas se destruyan, sino que sabe protegerlas, superando la dura
costra de la indiferencia que nubla la mente y el corazón”.
“Gracias a vosotros, porque sois los custodios de la humanidad,
porque os hacéis cargo con ternura de la carne de Cristo, que sufre en
el más pequeño de los hermanos, hambriento y forastero, y que
vosotros habéis acogido (cf. Mt 25,35)”.
Lucio del Burgo