“SÓLO EL SOBREVIVIR ES POBREZA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo VI de Pascua
(1 de mayo de 2016)
Carlos de Foucauld
**Charles de Foucauld, vizconde de Foucauld, insatisfecho aventurero, el “hermano
universal”
Padre Pedrojosé Ynaraja
Digo siempre a todo el mundo, a toda persona que tenga un mínimo de interés
religioso o simplemente cultural, que un viaje a Tierra Santa es una buena inversión.
Aprendemos unas cosas unos, otras otros. Nunca la estancia en el país resulta
infructuosa. Siempre volvemos enriquecidos personalmente y dispuestos a
generosamente compartirlo e igualmente enriquecer a los demás. Y la ganancia es
siempre diferente, si uno es riguroso consigo mismo o, aplicando la más exigente de
las parábolas, aquella que explica que un rey dio talentos de diferente valor, monedas
de aquel tiempo, para que con ellas los súbditos que las recibían negociasen durante
su ausencia y a la vuelta les pidió cuentas de los resultados conseguidos. Esta
parábola, vuelvo a decir, la más exigente del Evangelio, me es siempre el testigo de
control del viaje y a fe que salgo siempre enriquecido, satisfecho de poder ofrecer al
Señor mi cooperación para la construcción del Reino.
Va uno a Tierra Santa y se empapa del paisaje, cosa que le permite adentrarse más
en los contenidos bíblicos. Las noticias arqueológicas complementan los textos.
Acostumbra a reflexionar, meditar y rezar en los lugares que llamamos santos, por los
acontecimientos que en ellos tuvieron lugar. Ahora bien, hay muchas otras riquezas
que no se deben desaprovechar. Porque el país fue, posteriormente a los tiempos
bíblico, un país vivo y continúa siéndolo.
“HERMANITO DE JESÚS”
Dejo las divagaciones y aterrizo. Generalmente, los viajes a Tierra Santa se
programan de tal manera que, acabado el recorrido a media tarde, queda un buen
rato libre, hasta la hora de cenar. Es el que generalmente aprovecho, si no dispongo
de otros momentos, para visitar en Nazaret los lugares que llamo de segunda
categoría, sin que por ello dejen de ser importantes. Entre ellos nunca olvido los
relacionados con la estancia en la ciudad del “hermanito de Jesús” junto a donde el
Señor creció y maduró como hombre, mientras trabajaba modestamente y él
meditaba y aprendía, me estoy refiriendo a Charles de Foucauld.
INFLUENCIA ESPIRITUAL
Que fue y ha sido uno de los hombres que más han influido en la vida espiritual
cristiana del siglo XX, pese a que no gozara de la fama que les han dado a otros, los
medios de comunicación que no siempre se entregan a lo más importante y sí a lo
espectacular y noticiable para satisfacción del vulgo. Nació en Estrasburgo, se alisto
sin demasiada vocación en el ejército, viajó al estilo de un militar inglés, investigando,
anotando, reflexionando y publicando noticias de interés geográfico y antropológico
muy variadas. Jugándose la vida en algunas ocasiones.
Incorporado posteriormente a la vida religiosa, buscando llenar el vacío interior que le
atormentaba, pues, había vivido buena parte de su tiempo en la increencia y cuando
quiso salir de ella lo logró con dificultad, rezando así angustiado: ¡Dios mío, si existes,
haz que Te conozca! Fue etapa de tránsito, que le condujo a la Trapa.
VEINTE FAMILIAS
Proyectó durante su vida, ingenuamente, planes de espiritualidad y evangelización
que no logró comprobar que alguien pusiera en práctica. Hoy en día, más de 20
familias religiosas sienten y siguen su mensaje. Su espiritualidad estuvo siempre
arraigada en la devoción al Sagrado Corazón y a la Eucaristía. Si en algo fue original,
fue viviendo y comunicando la “mística del desierto” y quiso y consiguió, vivir en él la
soledad sin clausura, del desierto del Sahara, en las proximidades de Tamanrasset,
donde finalmente murió víctima de Tuaregs el 1º de diciembre de 1916. Al morabito
“SÓLO EL SOBREVIVIR ES POBREZA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo VI de Pascua
(1 de mayo de 2016)
blanco, como era llamado por aquellos contornos, lo mató un hombre azul, que así se
llaman a aquellos beduinos bereberes, pobladores también del desierto, con fines
diferentes a los que le llevaron al “hermanito de Jesús”.
VIVIR EN NAZARET
Pero para imitarle quiso vivir, durante una etapa anterior de su vida, en el lugar en
que el Maestro vivió la mayor parte de ella. Con el permiso de sus superiores, pues,
ya se había comprometido en la Trapa, se ofreció a servir a una comunidad de
Clarisas como hortelano en una casita o barraca muy próxima. Allí residió de 1897 al
1900. En el Nazaret donde estuvo, en la parcela donde residió, uno encuentra a
seguidores suyos. Un Sagrario para adorar al Señor y la hospitalidad y amabilidad que
le distinguió a él e imitan sus descendientes. La visita no es arqueología espiritual, es
vive experiencia y reto. La casa está muy cerca de la basílica de la Anunciación, en la
misma avenida Pablo VI. Planes urbanísticos obligaron a las monjas a alejarse del
espacio que ocupaban. Marchó la comunidad y se llevaron recuerdos del Hermano
Carlos. Uno va paseando hasta allí, a las afueras de la Nazaret actual, pero dentro de
su radio urbano. También es recibido con la misma amabilidad.
ESPIRITUALIDAD SENCILLA
No me considero fetichista. No me gusta besar objetos. Contemplar ciertas
pertenencias personales, sí. Quedan unas tablas de la barraca donde residió y puede
uno leer de su puño y letra lo que escribió para no olvidar: ¡de qué le sirve al
mundo….! (véase la foto). Me pregunto entonces ¿lo tengo presente siempre en mi
vida? ¿La cruz me acompaña interrogándome al ver la que fue suya y quiso legarla a
la comunidad? Sale uno empapado de espiritualidad sencilla, semejante en su
expresión pero idéntica en su sentido, a la de la Virgen que muy cerca de allí vivió. La
iglesia de la comunidad religiosa clarisa está también abierta. El Santísimo expuesto
solemnemente y acompañado siempre en adoración. Esto, por supuesto, es muy
serio.
Algunas fotografías que acompañan complementarán lo expuesto. Las imágenes de
Santa María, una en cerámica, ofreciendo generosamente a su Hijo, otra en tapiz, no
exento de exotismo, todo es sencillo. Vuelve uno a la residencia donde descansará
habiendo cambiado silenciosamente algo en su interior.
En Nazaret siempre que puedo, visitados los lugares fundamentales e imprescindibles
he ido a la “mensa Christi”, a la iglesia de la sinagoga al interesante e instructivo
“Nazaret village” o me encuentro con franciscanos que me permiten compartir sus
desvelos evangelizadores con juventud del lugar, o paso un rato con Eduardo, el
director del minúsculo museo, tan cargado de enseñanza y que su amistad me
permite penetrar en alguna de las casitas donde Jesús, el obrero autónomo de la
construcción que fue, entraría para reparar o reformar estructuras. Trabajo manual
que enseñó a santificarnos y que yo aprecio mucho más ahora. Cuando salgo de
Nazaret, habiendo a veces pasado algunos días, siempre, afortunadamente, pienso:
cinco talentos he recibido, he rendido, o rendiré, por lo que me han dado
gratuitamente y parto satisfecho.