UNA LUZ DE ESPERANZA
A lo largo de este tiempo (mal tiempo) hemos escuchado diversas noticias sobre
acontecimientos climáticos.
Han sido noticias generalizadas y ello hacía que resultasen más impactantes.
Todo el país se ha visto afectado por un abril inclemente.
Sin lugar a dudas lo sucedido en Dolores ha sido lo más impactante y lo que ha
ocupado más espacio en los medios.
Es evidente que no era para menos.
Los medios, también, han recogido esa luz de esperanza que toda la situación ha
despertado.
La SOLIDARIDAD (solamente se puede escribir con mayúsculas) ha sido
impactante.
Hay manifestaciones de solidaridad que no llega en camiones y no se almacena en
galpones.
Es ir a Dolores y encontrarse con grupos de jóvenes, con las caras pintadas y
narices de payaso, jugando con los niños.
Es encontrarse a un grupo de jóvenes que se llegaron para poner su disponibilidad
a dar una mano con la organización.
Es conocer de personas que llegan con sus manos dispuestas a dar una mano
puesto que es con lo que pueden colaborar.
Sí, toda esa solidaridad, que fue agradecida por el sonar de las campanas del
templo y los cuatro minutos de aplauso de los doloreños no pasará desapercibida.
Pero, también, existe y uno puede encontrar otra solidaridad.
La primera vez que pude estar me llamó la atención la gran cantidad de personas
que allí se encontraban.
Rostros de todas las edades y el común denominador de la alegría.
En diversos sectores del lugar se dedicaban a cumplir con alguna tarea.
No era gente venida de ningún lugar sino que eran, todos, del lugar.
El viento se había llevado una parte del techo pero un gran nylon suplía las chapas
ausentes.
Tal destrozo no impedía que pululase la alegría y la esperanza.
Un grupo de personas acomodaban ropa.
Otro grupo intentaba rescatar lo rescatable dentro de bolsas que habían llegado
mojadas.
Estaban quienes mantenían vivo el fuego donde habría de hacerse la comida.
Un poco más allá se seleccionaban frutas sacando aquellas que ya estaban en mal
estado.
Rodeando una mesa un grupo de personas comenzaban a picar verduras y carne
para la comida de un rato más tarde.
Todo era actividad, risas y voces que se hacían escuchar por sobre una música que
sonaba fuerte.
“En algún momento uno se quiebra pero siempre encuentra a alguien que tira para
arriba”
Es evidente que aquel grupo humano no había dejado pasar la oportunidad de
hacer crecer una luz de esperanza.
Cuando volví a ir todo seguía de igual manera.
Todos habían vivido lo sucedido pero, lo sabía, estaban reconstruyendo la ciudad
aportando comunidad, alegría y respuesta.
Han trasladado sus tiempos libres a la solidaridad hecha tarea y mano brindada.
Han trasladado su reconstrucción de la ciudad a la nada sencilla tarea de brindarse.
Hechos de esta naturaleza son los que permiten saber que no todo está perdido ni
estamos dominados por la indiferencia ya que, desde allí, crece una luz de
esperanza.
Padre Martín Ponce de León SDB