Flores-II-
Padre Pedrojosé Ynaraja
Cada niño que nace es señal de que Dios ama al mundo. La frase de
Rabindranath Tagore, se repetía hace años con ilusión en celebraciones infantiles
festivas y bautizos. ¡qué tiempos aquellos! Ahora parece que los humanos,
principalmente los del primero y segundo mundo, se han provisto de un software
que les permite programar a su antojo, selectiva y restringidamente, la venida
de un bebé.
COLABORAR CON LA CREACIÓN
Y no creo que sea cuestión del cacareado cambio climático. Tal vez resulte que
nos estamos acercando al “Mundo feliz” de Aldous Huxley. Por mi parte, continúo
pensando que Dios sigue amando al hombre. Y si no le deja el hombre colaborar
en la creación, o frena su entusiasmo, a los que quedan o van naciendo, les
ofrece sus regalos, uno de ellos, de suma delicadeza, son las flores.
Cada flor silvestre que nace en un prado, es una señal de amor, una ofrenda de
Dios al hombre, para que sepa y recuerde, que el mundo es bello. Cuando en
primaria me enseñaron lo qué era una flor: cáliz, corola, pétalos, sépalos,
estambres y pistilos… (Parece que todavía escucho el eco de las palabras de don
Manuel Serrano, maestro de la escuela San Pablo, en Burgos…) explicadas de
esta manera eran interesantes, pero perdieron algo de su encanto. A fin de
cuentas, representaban ser un simple paso del que se servía el vegetal, para
lograr fruto y semillas. Creí por aquel entonces, que todas eran así, que ninguna
se escapaba del modelo que había dibujado en la pizarra.
LOS JARDINES DE LA ESTACIÓN
Pero, afortunadamente, en los jardines de la estación por donde jugábamos,
crecían minúsculas chiribitas y campanillas. Por los huertos familiares había lilos
y en los setos sanjuaninos. Eran plantas bonitas, aromáticas la mayoría, y que
aparentemente, no daban frutos. Me alegraba también cuando descubría por los
viejos muros, entre los resquicios de las piedras, que se asomaba preciosas y
tímidas picardías. Una flor, una sola flor, es preciosa y elegante cual bailarina en
tutú, que danza suavemente, mecida por la melodía que le susurra el viento.
Acababa el otro día mencionando la orquídea que ha crecido cerca de mi casa.
Su multiplicación, la de estas flores, todas ellas, es un prodigio. Las semillas son
diminutas. El viento se las lleva lejos y caen al suelo, esperando que se le junte
a cada una, la espora de un hongo que precisan para poder crecer.
JARDINEROS Y BOTÁNICOS
Astutos jardineros primero, y avanzados botánicos después, capaces de
intervenir en los procesos evolutivos de los vegetales, han modificado las
exigencias que precisaban las plantas exóticas y otras también que no lo son,
para conseguir germinar y crecer en tierras que les son extrañas. Y se
multiplican monótona y disminuida su belleza, en invernaderos, cual si debieran
nacer y crecer en jaulas que las aprisionan. Generalmente, se ha mejorado su
tamaño y color, a expensas de perder aromas. Su apariencia ha llegado a ser
tal, que oye uno decir: ¡qué bonita, pero, si parece de plástico! ¿Quién se atreve
a tamaña profanación?
LA REINA DE SABA
Cuentan que cuando la Reina de Saba fue a visitar al Rey Salomón y de paso
comprobar su ingenio. Le presento al soberano dos ramos de flores. Uno, le dijo,
era silvestre, el otro lo habían conseguido sus magos, con sus enigmáticos
poderes ¿sería capaz el sabio emperador de distinguirlos? El monarca, según
cuentan, sacó ambos ramilletes al balcón y observó a qué flores se dirigían las
abejas… Es hora de considerar que las flores artificiales o aquellas naturales
fruto de muchas manipulaciones de diverso género, si bien duran más en un
jarrón, o son más grandes y vistosas, pierden siempre cualidades inigualables….
Las plantas con flores comenzaron a vivir 100 millones años antes de lo que los
científicos pensaban, lo que sugiere que las flores existieron cuando los primeros
dinosaurios recorrían la Tierra, dicen los investigadores. Permanecían en espera
de que el hombre pudiera verlas admirado, loando agradecido a su Creador.
REGALO AL SER AMADO
Si la flor es un don de Dios al hombre, será así mismo el mejor regalo que el
humano pueda ofrecer a otro ser amado. Dios u hombre. Según corresponda al
momento. La flor hecha presente, proclama en silencio su mensaje así: este
objeto tan precioso con que te obsequio, significa que mi amor es vivo y natural
como ella, que quiere ser simpático como sus colores, agradable como su
perfume. Es mía y te la cedo, me siento a tu servicio y me ofrezco todo a ti.
Acéptala, acéptame, quiéreme como yo te quiero. Y aunque no me ames,
acuérdate, aunque me olvides, siempre será cierto, que recibiste pruebas de mi
amor, que sin saberlo te enriquece. La gracia de una flor es que no sirve para
nada. Es simplemente bella y viva, expresión de deseo de felicidad, sin otro
propósito que complacer al que la recibe. Sin otro provecho que alegrar con su
presencia.
¡Qué más quisiera yo que internet rebosara de flores! Tal vez mejor fuera que
nada hubiera escrito hoy y apareciera el espacio de este reportaje repleto
exclusivamente de flores. La belleza de mi verbo nunca podrá igualarlas.