UNIDAD
Sin lugar a dudas la unidad es una de las necesidades urgentes del ser humano.
Ya en los tiempos de Jesús era una necesidad puesto que la pide para sus amigos
como una condición esencial de su continuidad.
Hoy, miremos en la dirección que miremos, nos habremos de encontrar con
realidades que hacen a nuestra división.
Todos los espacios se vuelven territorios pertenecientes a cada uno de los estados
que hacen al planeta.
Hay espacios que se cierran con fronteras alambradas o amurralladas.
Cada zona posee un lenguaje con el que se identifica y lo distingue de los demás.
Dentro de cada espacio con fronteras propias e idioma común existen otras
divisiones.
Divisiones de índole política, económica, religiosa, cultural o ideológica.
La tarea de luchar por la unidad es un algo que siempre resulta muy difícil.
Los progresistas se separan de los conservadores.
Los de izquierda se distancian de los de derecha.
Parecería como que siempre surgen razones para las distancias y muy pocas veces
razones para la unidad.
Todo indica que la unidad no es parte de nuestra realidad.
Así encontramos que la persona se ha acostumbrado a convivir con la división.
Lo más trágico es cuando esa división tiene sus raíces dentro de uno mismo.
El ser humano dividido es una triste parodia de lo que debe ser pero, también, es lo
más frecuente encontrar.
Dividido porque no acepta realidades que hacen a su ser.
Dividido por esa maldita costumbre de compararnos y desear ser como otros y no
disfrutar de ser nosotros mismos.
Divididos porque no hacemos mucho por dar pasos hacia la coherencia.
Divididos porque no logramos perdonarnos algunos errores que nos han dejado
heridas no cicatrizadas.
Divididos por correr detrás de logros materiales que siempre nos dejan con un dejo
de insatisfacción.
Divididos por envidiar y así aspirar a situaciones que están más allá de nuestro
alcance.
No es fácil aceptarse tal como uno es.
No es fácil saber que dentro de uno mismo se encuentran los elementos que nos
ayudarán a vivir en armonía con nosotros y nuestro entorno.
No es fácil aceptar y respetar las diferencias con los demás que son las que nos
ayudan a crecer porque a buscar.
Nunca habremos de llegar a una unidad total si no comenzamos a construir nuestra
unidad personal.
Aceptar lo que soy a quien soy es el primer paso que debemos realizar.
No debemos tener temor de conocernos aunque descubramos cada una de nuestras
limitaciones.
No somos perfectos pero, sí, perfectibles.
La tarea de la unidad requiere de una mentalidad abierta y de una actitud de
profunda humildad.
Mentalidad abierta para aceptar la realidad colmada de diferencias.
Profunda humildad para recibir las enseñanzas que los demás siempre tienen para
brindarnos.
La vida se encarga de mostrarnos que esta unidad es posible ya que podemos
encontrar seres que nos hacen ver que ello es realizable y la viven con una sonrisa.
Padre Martin Ponce de Leon S.D.B