Flores (IV)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Cuando un hombre actual se pregunta sobre un país, sobre su prosperidad, sus
habitantes o el interés que pueda suscitar a un visitante, de inmediato piensa en
yacimientos de petróleo, contenido de sus entrañas: metales preciosos,
minerales estratégicos, atractivo turístico o comercios baratos. Me parece a mí
que a nadie interesa de si crecen en él flores, o si su paisaje carente de color.
Romanticismos de estos no están de moda y a nadie se le ocurre interrogarse de
esto, se me dirá.
LOS TULIPANES
Al mundo le salvará la belleza, decía Dostoievski. ¿Quién se lo cree? ¿Puede
haber felicidad en un territorio sin flores? Me parece que nadie se lo pregunta.
De siempre oía que Holanda era el país de los tulipanes, belleza vegetal la suya,
la de estos esbeltos e inofensivos soldados. Un día que viajé a esta nación,
esperaba verlos a raudales, pero no observé ninguno. Se trata de una planta de
una sola flor, de exclusiva temporada. Raquítica generosidad la suya, la del
tulipán, quiero decir.
Recordaba la semana pasada que el desierto de arena, ya que en él no florecían
orquídeas, se las ingeniaba para fabricar con yeso aparentes “rosas del
desierto”. No son las únicas plantas, las hay de verdad. Viven en él valientes y
austeros vegetales.
EL PADRE UBACH, O.S.B
A principios del siglo XX, el P. Ubach O.S.B. viajó por el Oriente Fértil,
especialmente por los parajes de interés bíblico, que hoy son naciones libres, o
creen serlo, dicho sea de paso. El buen monje se trajo muchos objetos y sacó
muchas fotografías. Parte de este material se exhibe en el museo de Montserrat.
Muchas fotos se publicaron en los tomos dedicados a ilustraciones de la
monumental “Biblia de Montserrat”, otras están perfectamente archivadas en las
dependencias del monasterio. Su única utilidad actual es servir de testimonios
para arqueología de la imagen. Comparar aquellos clichés en blanco y negro con
las miles de fotos en color que hoy se publican, es inútil, siempre saldrían
perdiendo los antiguos. Ahora bien, para sacar conclusiones antropológicas, sin
duda, valen. Acertado, pues, que se conserven.
FLORES
Pero al enorme pescado del Tigris, que tanto le costó trasladar incorrupto y al
talento-moneda, amén de una momia humana y otras de animales, a todo este
material espectacular, quiso que le acompañaron muchas plantas. Seguramente
que las traería guardadas en herbarios que posteriormente entregó a un amigo
botánico para que se las clasificase, según él mismo cuenta. En su libro “el
Sinaí”, de más de 400 interesantes páginas, menciona 129 vegetales los que él
encontró. He de reconocer que las únicas especies que suscitan algún interés
entre los visitantes del museo o de las recónditas habitaciones donde guardan
las más, son las de unos recipientes de cristal, con supuesto maná. Reconozco
que se lo merecen. El buen monje explica las dificultades que tuvo que vencer,
para conseguir que se lo proporcionasen, unos beduinos que se los buscaron
lejos.
LA ROSA DE JERICÓ
Repaso ahora por encima la lista, tengo curiosidad por si conozco alguna. Sí, la
cuarta que menciona es la “anastática hierocuntina”, pone él. Así aparece
escrito, pero creo yo que se referirá a la “anastática hierochuntica”, la famosa
Rosa de Jericó de los antiguos peregrinos. Costumbres de aquel tiempo, algunas
de las cuales aún perduran. Gustaba el cristiano sumergirse en el Jordán
envuelto en una túnica, que posteriormente conservaba para que fuera su
mortaja. Me dicen que ahora adquieren una tela, un modesto rectángulo blanco,
con imágenes estampadas, que también mojan en el santo río y después quieren
que toquen devotamente lugares santos, bien el Sepulcro del Señor, la piedra de
la unci￳n, el Calvario… Sin duda es un objeto curioso y llamativo. Otro, preciado
y modesto, era la mencionada flor, que, dicho sea de paso, ni es rosa, ni se
encuentra por Jericó, según me entero. Por el Sinaí sí hay algunas. Las que
compramos vienen de desiertos lejanos.
Lo curioso del caso es que la primera que tuve, la adquirí en “los encantes”,
(mercado de Barcelona, semejante a lo que en muchos otros sitios se llama de
las pulgas) La segunda me la regaló mi buen amigo Ovidio, burgalés franciscano
de Jerusalén, ya fallecido. Más tarde, movido por la curiosidad, adquirí una en
Qumram, con el solo interés de saber cuál era el nombre científico que tenía y
así poder estudiarla. Eran tiempos en los que todavía no existía Internet, ni
google. Se trata, eso sí que lo sabía, de la fanerógama de vida más longeva, una
vez arrancada del suelo.
Aparentemente muerta cuando la entrega el beduino que la ha encontrado,
pueden pasar 20 años fuera de la tierra y al meterla en el agua,
prodigiosamente, se abre y desprende sus semillas, que germinan de inmediato,
de aquí que se la llame la flor de la resurrección. Agua del Jordán para bautizar a
seres queridos, lienzo para que con él le entierren y flor simbólica, amén de
objetos de olivo o nácar, eran los suvenires típicos. Conservo muestras de todos
ellos.
(Advierto al lector que por los llamados mercados medievales, que tan poco del
Medioevo tienen, se venden flores de Jericó que se parecen a las que antes
describía, también tengo y he experimentado con ellas. En estos mercadillos, y
por internet, se le atribuyen prodigiosas cualidades ocultas, principalmente si se
recitan enigmáticas oraciones. Lamentablemente, a la pérdida de Fe, le sucede
siempre la creencia mágica).
LOS LIRIOS
Me intrigaba la frase de Jesús (Lc 12,27 y paralela M Mateo 6,28) Fijaos en los
lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se
vistió como uno de ellos. Me intrigaba porque la palabra lirio tiene en el lenguaje
popular diferentes sentidos. Consulto macizos diccionarios, uno de ellos pesa
3Kg, es pura anécdota, pero significativa, compuestos todos por autores de
prestigio, para llegar a la conclusión de que no se trata de una flor concreta y
exclusiva. Antiguamente pensaba yo que eran los de precioso azul-morado que
veía crecer junto a algunos arroyos. En Catalunya llaman lirio a lo que yo
conocía como azucena y los autores advierten que la palabra podría significar
también gladiolo o loto. El Señor, pues, seguramente, no se refería a una planta
concreta, sería más correcto traducir plantas silvestres. Esta conclusión al
principio me desilusionó, pero después me ha encantado. Cuando camino y veo
tantas florecillas que estos días de lluvia y posterior buen tiempo, asoman por
entre las hierbas que salvajemente crecen, le digo al Maestro: tienes razón,
siempre la tienes, y me alegro que así sea. También las admiro, como Tú
querías.
LA AZUCENA
Evidentemente, los bordes del gran depósito de las abluciones sacerdotales del
templo o el remate de las columnas del santuario del de Salomón, que algunos
textos dicen que eran como lirios, debía el escritor referirse a la azucena, ya que
difícilmente podían tener la forma de la heráldica flor de lis.
Cambio de tercio.- Recuerdo perfectamente cuando en mi primer viaje a Tierra
Santa, el ilustre y buen franciscano P. Justo Artaraz, me señaló un ricino que
brotaba por entre unas rocas del jardín de los frailes de Nazaret. Sus
espectaculares hojas rojizas, las más grandes que he visto entre las silvestres,
me impresionaron. Solo es mencionado en la historieta de Jonás. Antiguamente
su aceite era empleado como purgante, más tarde he sabido que estaba incluido
en la fórmula de los combustibles de los aeromodelos, o que, manipulado
químicamente, se convertía en componente de utilización terrorista (en Japón,
por ejemplo). Leí que pretendían prohibirlo, pensé que intentarlo sería como
tratar de poner puertas al campo, de tantos sitios de clima templado, por donde
crece espontáneamente.
LA ALCAPARRA
Acabo mencionando la alcaparra. Pocas veces la he visto que nazca en el suelo.
En Siquem, por ejemplo, sí la vi, lo normal es que brote entre las rocas
calcáreas, en los muros de este mineral. Si uno quiere saber de qué componente
es una pared, solo tiene que observar si tiene alcaparras. Peculiaridad de esta
planta es que sus raíces segregan un ácido que corroe el carbonato cálcico y no
otras rocas. Se agarra a las murallas de Jerusalén o por entre grietas de Petra,
que es una maravilla. Añado que es trepadora. Me he referido bastantes veces a
ella, y no quiero repetirme demasiado. Me emociona la exótica belleza de su flor.
Aparece en Qo 12,5 “florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su
sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada… Cuando
saboreo en casa como aperitivo, alcaparras o alcaparrones, si me lo permite el
vinagre, su exclusivo conservante, pienso nostálgicamente en Jerusalén.
LA NATURALEZA PIERDE ALEGRÍA…
Hablaba de las flores del campo, hoy por estos lares donde vivo van
desapareciendo. Los herbicidas utilizados para mejorar cultivos, las suprimen,
consecuencia de ello es que se vean revolotear pocas mariposas u otros
insectos, disminuyan los pájaros y no se oyen sus trinos. La naturaleza pierde
alegría… Afortunadamente, por nuestras monta￱as no hay plantaciones de
cereales, así que no dudo, como esta misma semana he hecho, de desplazarme
algunos kilómetros, parame en algún collado y gozar y agradecer a Dios, las
flores que continúa regalándonos. El mundo todavía es bello, Dios nos lo ofrece…
Muchas gracias, Señor.