¿Cómo tener un matrimonio alegre?
P. Adolfo Güémez, L.C.
Dice un proverbio chino que la juventud es el paraíso de la vida y la alegría es la juventud
eterna del espíritu.
¿A quién no le gusta la alegría? ¡Sólo a las personas desequilibradas! El resto, todos
queremos vivir alegremente.
El matrimonio es la oportunidad que Dios da a los esposos de vivir la vida con alegría. Sin
embargo esto, que se les da como una oportunidad, lo tienen que trabajar como una
conquista.
:: 1. No buscar el placer a toda costa ::
Parte de los beneficios del matrimonio es el placer que se otorgan los esposos mutuamente.
Sin embargo, sin autodominio, esta búsqueda de placer se puede volver una obsesión,
incapacitando al corazón para descubrir otro tipo de satisfacciones. ¡Esto nos roba la
alegría!
Los esposos deben de esforzarse por ampliar sus horizontes, aprendiendo cada día a
encontrar nuevos gustos en tantas y tantas realidades con las que se cuenta en la vida
matrimonial, aun en las etapas donde el placer se apaga.
:: 2. Valorar al otro por lo que es, no por lo que me da ::
El amor humano tiene su cima en la caridad. A ésta se llega cuando se capta y aprecia el
alto valor que tiene el otro.
Dicho valor no le viene de su belleza exterior, pues tarde o temprano se va a acabar, sino de
su dignidad.
Cuando buscamos al otro por los beneficios que nos da, entonces nos empobrecemos,
apagando así la alegría del amor sincero.
:: 3. Jamás se olviden de la ternura ::
La única manera de no tratar al otro como a un producto para ser comprado, poseído o
consumido es tratarlo con ternura.
La ternura libera al amor del deseo de la posesión egoísta. Nos hace vibrar ante una persona
con inmenso respeto por su libertad y con una gran delicadeza para no hacerle ningún daño.
El otro es bello más allá de mis propias necesidades.
:: 4. Aprovechen los momentos de dolor ::
Aunque no lo creamos y aunque no nos guste, ¡la alegría se renueva en el dolor! Como
decía san Agustín: «Cuanto mayor fue el peligro en la batalla, tanto mayor es el gozo en el
triunfo».
Nadie jamás ha ocultado que en el matrimonio se pasan momentos de pena y sufrimiento.
Pero sólo los que han logrado superarlos juntos, saben que el dolor no es sino la semilla que
da, como fruto, una gran alegría.
Dice el papa Francisco: «Pocas alegrías humanas son tan hondas y festivas como cuando
dos personas que se aman han conquistado juntos algo que les costó un gran esfuerzo
compartido».
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