CULTURAS ADOLESCENTES
Padre Pedrojosé Ynaraja
Soy espectador interesado y también crítico, de una sociedad que se comporta
con la irresponsabilidad e inestabilidad colectiva, propia de un adolescente.
Acababa la semana pasada recordando el poco interés que existe hoy en día por
la trasmisión de la vida humana. Decía, siempre lo hago con el mismo ejemplo,
que nuestra cultura o sociedad, pone menos interés en facilitar el nacimiento de
hijos en el seno familiar, que por la conservación y multiplicación del lince
ibérico que, siempre se nos recalca, ha estado hasta hace muy poco, en vías de
extinción. ¡Oh, gran desgracia la que hubiera sobrevenido al mundo si así
hubiera ocurrido! .
Me preocupa también ver por nuestras calles a jóvenes, adultos y ancianos, que
responsable y seriamente, sacan a pasear a sus perros cada día, sean de raza y
alto precio, o mestizos, falderos u otros posiblemente agresivos. Al mismo
tiempo compruebo que las mismas calles están vacías de criaturas a las que
acompañen sus padres o sus hermanos mayores. Que vea yo que juegan, que
gritan, que pisan con sus zapatos nuevos todos los charcos que encuentran.
Estos que podrían ser futuros vecinos, que cultivaran campos, condujeran
rebaños, trabajaran en las industrias, pagarán impuestos que permitieran
sufragar a defensores del orden público, asistencia sanitaria o las pensiones que
les corresponderán pronto a los hoy responsables ciudadanos electores, pronto
ancianos jubilados. Perros y gatos no son promotores de cultura, activos
investigadores, médicos o maestros del pueblo que decide su futuro.
Me he expresado en términos sociales o políticos, que no es mi ámbito, sin
olvidar criterios de mayor calado, que ahora emprendo resumiendo. No seré yo,
que renuncié libremente a ello, quien menosprecie los goces propios del
encuentro personal entre varón y mujer y sus implicaciones en la vivencia
favorable familiar. (Espero se entienda a qué me refiero). No ignoro las
dificultades que implica tener hijos, educarlos y facilitar con gran esfuerzo, su
llegada a la vida adulta, gozando de una profesión digna. Tampoco desconozco
que tener una criatura en casa, con sus sonrisas y ocurrencias, alegre el
ambiente., promueve la esperanza, llene de felicidad el hogar.
Lamento que se quede todo en la difusión de tales valores intermedios,
acallando otros de mayor calado. Y advierto que estoy expresándome y
dirigiéndome a lectores que supongo se sienten cristianos. Los sacramentos de
la Iglesia son de recepción y enriquecimiento individual. La Gracia es para uno.
Todos no, el sacramento del matrimonio es para dos y lo viven o deben vivir los
dos conyugues simultáneamente. El abrazo matrimonial es júbilo, pero también
es Gracia. La mayor grandeza empero, es la posibilidad de que se abra a una
nueva vida. El mayor misterio de tales encuentros, está en que de actos tan
limitados en el espacio y el tiempo, puedan derivarse miradas que se extienden
hasta horizontes eternos. Dicho de otra manera, un perro o un gato, se compra,
se alimenta, tal vez es defensa personal o alejamiento de roedores, alguna
compañía comportan, la posibilidad de jugar también. Todo legítimo y bueno.
Ahora bien, tener un hijo es colaborar con el Dios creador que escoge, los
escoge, con el propósito de que haya en el mundo un futuro un santo. En el
mundo y para la eternidad. Teniendo esta perspectiva se sortean las dificultades
económicas, los conflictos de horarios escolares, por citar causas que se citan
comúnmente.