De visita a Uzès
Padre Pedrojosé Ynaraja
Advierto al lector, lo he repetido muchas veces, que yo he viajado poco, pero
que lo he hecho dentro de mis posibilidades, nunca para huir de casa y al
tuntún, sino respondiendo a intereses personales, que completasen mi cultura, y
apasionadamente. A mi llegada a la vida adulta, gozando, pues, de bastante
libertad, no se acostumbraba, por aquellos tiempos, a salir de vacaciones fuera
de casa y a conocer y practicar idiomas que no fueran los propios. Más tarde y
después de varios intentos, he ido a Tierra Santa, que está muy lejos según mi
parecer y la he visitado, según creo, 17 veces. Palestina e Israel todas, Jordania
y Egipto, pocas. Ha sido una excepción de la que no me arrepiento.
VIAJES AL EXTRANJERO
Planteada la cuestión, no extrañará al lector que mis viajes al extranjero más
frecuentes hayan sido a Francia, que he recorrido de norte a sur y moviéndome
por unos cuantos lugares una y otra vez, ya que respondían al planteamiento
expresado arriba. A Taizé, París, la Alta Saboya, por ejemplo, he ido varias
veces, a la Normandía, el Jura o la Vandée, muy pocas. He visitado más de una
vez las grandes catedrales góticas y muy poco, y sólo alguno, los famosos
castillos del Loira. Por donde más me he movido ha sido por el sudeste, por la
costa mediterránea. Es evidente, ya que la frontera la tengo a algo menos de
dos horas de coche. La Cerdaña me recuerda siempre mi primer viaje al
extranjero. Prodigio fue para entonces, nos llevó mi padre, cruzamos el puente
del Freser con emoción, a partir de la mitad ya era Francia, el extranjero, cosa
inaudita. Vimos tiendas y me compraron un bolígrafo, nunca lo he olvidado.
LA PROVENZA
Muchas veces he vuelto. El horno solar mayor del mundo, así reza el cartel, lo
conozco bien, al Calvaire, via-crucis, de Mont Louis y a su fortaleza, he
acompañado a forasteros y en los lagos del pie del Carlit he acampado en varias
ocasiones. Sin olvidar el enclave de Llivia, curiosa población cuyo estatuto
político deriva de la paz de los Pirineos. Pocos enclaves hay en el mundo.
Siempre lo advierto. Hacia el este, junto al mar está la Provenza que me
encanta. No destaca por su paisaje. Carece de cimas importantes, pero está
repleta de tradiciones y leyendas. El enorme delta del Ródano uno no puede
verlo desde cierta altura, recorrerlo un poco, sí. Por estas tierras entró el
cristianismo a la antigua Galia.
Todo el territorio está impregnado de devociones. No he visitado nunca
Cotignac, único lugar de apariciones de San José, reconocidas por la Iglesia,
pero me encanta recordarlo y encomendarme a él, mi santo patrono. Destaca
entre todos los atractivos Santa Magdalena, penitente, llorosa en una cueva, que
espero visitar de nuevo cuando el lector tenga ante sus ojos esta redacción, que
quería ser crónica o reportaje. Lázaro, Marta y las otras santas mujeres que
acompañaron al Señor en su agonía, también son protagonistas del paisaje.
Albert Lamorisse hizo de esta tierra el escenario de varias de sus películas. La
melodía de la Arlesiana de Georges Bizet recoge un villancico tradicional de la
Provenza y el poema-novela Mireio (o Mireia) de Frederic Mistral, premio nobel
1904 casi es la epopeya de estas tierras. La escribió en provenzal, “la primera
lengua literaria de la Europa civilizada”, reza el eslogan. Se basó Charles Gounod
en esta obra para componer su ópera Mireille.
¿QUIÉN DA MÁS?: UZÈS
De la Provenza ¿Quién da más? Me movía un día por estas tierras con un amigo,
habíamos dejado a una hija suya en un encuentro de “←cole de la pri│re” en un
gran caserón y para huir por un momento de grandes planteamientos religiosos
que saturan nuestros encuentros, me sugirió visitar fugazmente Uzès, que
conocíamos los dos solo de oídas. Su mismo nombre me intrigaba. No sonaba ni
a latín, ni a cristiano, que es lo más común por estos pagos. Lo he leído
posteriormente, el núcleo poblacional lo ocupaba una tribu de galos, era un
habitat uceta a orillas del Eure donde llegaron los romanos en el 50 a.C. De aquí
partía la corriente que más abajo, conducida por el imponente acueducto “Pont
du Gard” llegaría hasta Nemausus, la actual Nimes. Ambos, canal y población los
conozco bastante bien.
Más que datos estadísticos prolijos, que uno encuentra con facilidad por internet,
cuento impresiones personales. Es una pequeña población, ninguna de las dos
estadísticas que he consultado le atribuyen más de 9.000 habitantes. Uno se
mueve por sus calles silenciosas, admirado de su belleza. Pero no tiene la
sensación de visitar una ciudad-museo, que pretenda satisfacer intereses
crematístico, mediante atractivos interesantes para turistas. Es taciturna, pero
no solitaria.
Acostumbro a ofrecer fotografías de los monumentos importantes, en las que no
aparecen vehículos, para no distraer la vista de lo que es más significativo. En
este caso, observará el lector que se ven muchos coches estacionados, señal de
que no es una población muerta. Vi durante la breve visita más de un autocar de
gente con apariencia de jubilada. Pero tampoco se respiraba vejez por los
aledaños de los dos monumentos que me detuve a observar.
Pero antes de mirar piedras, quise catar su categoría cultural y entré en una
librería. Era pequeña, de conformidad con el entorno. Compré, como no, una
Biblia entera y un Nuevo Testamento, dedicada seguramente la edición para la
difusión popular. Tamaño y precio lo proclamaban.
TORRE FENESTRELLE
A simple vista lo que destaca de lejos y de cerca es la Torre Fenestrelle, el
monumento más simbólico de Uzès. Es una torre de tipo circular único en
Francia; tiene 42 metros de altura y está horadada por un gran número de
ventanas, que le dieron su nombre. Es en gran parte del siglo XII, aunque la
parte alta fue reconstruida de forma idéntica en el siglo XVII después de las
guerras de religión. Tiene, además, un tejado cónico con tejas barnizadas. Esta
torre de estilo romano se encuentra pegada a la catedral de Saint-Théodorit y
recuerda un poco a la torre de Pisa.
El palacio ducal es uno de los conjuntos medievales mejor conservados y ocupa
el centro de la ciudad. Construido durante diversas épocas, algunas medievales
como la torre Bermonde del siglo XI que destaca en el horizonte del Uzège,
nombre que se da a la región, partes góticas, como la capilla del siglo XV;
renacentistas, sobre todo en la fachada, y otras posteriores hasta el XIX. Por si a
algún lector le resulta el dato útil, le advierto que se encuentra a 25 km de
Nimes
(Que me perdone el lector la larga introducción. Como he advertido, la visita fue
muy corta. Añadir abundancia de datos copiados, no me ha parecido honrado.
Me gusta escribir de lo que sé, mucho más que copiar de los manuales. Las fotos
que acompañan, estoy seguro, demostrarán mejor que mis palabras, el encanto
de esta población y yo habré obrado honradamente)