CRISIS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Dije la semana pasada que acababa mis comentarios al posible matrimonio
canónico del que venía hablando, a raíz del comentario del Obispo de Roma: “la
mayoría de matrimonios sacramentales son nulos”. Ahora bien, cuando puse el
punto final, me di cuenta de que debía añadir algo evidente: la situación
matrimonial, no es una disposición autónoma, será consecuencia de la de la
comunidad y de la de la cultura en la que está sumergida. Cultura social,
comunidad cristiana y matrimonio están en crisis. O no. Se verá enseguida lo
que pienso.
Lo primero que se me ha ocurrido antes de empezar a redactar por escrito, lo
que venía pensando y he decidido es que debía acudir a un diccionario de
sinónimos. He encontrado la respuesta al ver asociadas las palabras
equivalentes, bajo cinco conceptos: dificultad, cambio, angustia, desequilibrio,
arranque. Son matizaciones, cuyo comentario alargaría excesivamente este
escrito. Una crisis típica es la de la adolescencia, todos estarán de acuerdo.
Ahora bien, mucho peor es no haberla pasado, pues supone llegara la edad
adulta con comportamientos infantiles. Cualquier crisis supone incomodidad o
dolor. Con frecuencia, también oposición y tirantez respecto al entorno.
Será preciso que el individuo en su singularidad, se examine. Que el grupo,
grupito, movimiento, comunidad, o como quiera llamarse, se pregunte cuál es su
situación respecto a la sociedad y, si es de tinte cristiano, a la Iglesia universal.
Tal vez ocurra que la calificación que se dé a sí mismo sea baja. Que el sujeto se
crea suspendido, o que el conjunto se declare en quiebra espiritual. Que la
colectividad reconozca que está a punto de jubilarse o desaparecer por
defunción progresiva de los miembros. Saldo negativo, parece que es la
conclusión. No la mía.
Los que forman un equipo cristiano, una minúscula comunidad y se reconocen
serlo tal, respecto a la sociedad en la que viven, hablan un mismo lenguaje
humano, pero es diferente el idioma en el que piensan, el que les impulsa, el
que los anima a vivir. La sociedad actual quiere resultados inmediatos, la Fe
ofrece ciertas actitudes que le son muy propias y peculiares, con resultados
eternos. La sociedad, muchos individuos que en ella viven, se contentan con
entretenimientos, gustos, satisfacciones superficiales, contenidos modestos. La
Fe ofrece comunión, que es algo mucho más profundo y de valor supremo.
Para mantener el entendimiento ágil se proponen juegos ingeniosos, ejercicios
corporales, concentraciones mentales. La Fe propone y supone oración y otorga
Gracia. Con Fe se mantiene juventud de espiritual y se goza de Esperanza
eterna. Dios es eternamente joven.
Se habla del distanciamiento veloz de los ricos respecto a los pobres. Se afirma
y con razón que los pobres cada vez son más pobres y los ricos cada vez más
ricos. De la misma manera observamos en la Iglesia asociaciones, fundaciones,
movimientos de alta espiritualidad y de profunda ascesis, que admiramos y
hasta envidiamos pero, simultáneamente, comprobamos la descristianización
galopante en la que están sumergidos y de la que no se sienten responsables, ni
se preocupan de entrar en contacto íntimo.
Sería preciso que se acercaran para que, como consecuencia de ósmosis
espiritual, los unos enriquecieran a los otros, y los otros empujaran a los unos a
sumergirse en la realidad y comprenderla para enriquecerla. Que si uno reza,
cumple y vive según la Fe cristiana, debe ser consciente de que ha recibido
muchos talentos y debe invertir con ellos en la sociedad para enriquecerla. Estoy
recordando la parábola evangélica de los talentos, no se olvide. Que en su vida
pretenda siempre sembrar, para que germine y crezca la vida cristiana. Y su
existencia, personal o de conjunto, no sea estéril.