PARECIDO
En los relatos evangélicos se pone en boca de Jesús le expresión del título
de este artículo cuando habla del Reino de Dios.
No ponen una definición del Reino y, mucho menos, una descripción del
mismo. Quizás porque Jesús nunca realizó ninguna de las dos cosas.
Siempre se remiten, los evangelistas, a una comparación desde un “Se
parece a......”.
Si se toma, en forma particular, a cada una de las similitudes establecidas
tendremos algunas características del Reino aunque no se habrá de llegar,
aunando todas las características encontradas, a una descripción acabada
del mismo.
Si se toman todos los “Se parece a........” se habrá de llegar, también, a
realidades comunes a todas las comparaciones establecidas por los
evangelistas.
Una de estas características es que el Reino no es un algo instantáneo sino
que requiere de tiempo.
No es una acción mágica sino producto de una acción en el tiempo.
Tiempo para buscarle.
Tiempo para que llegue a su plenitud de concreción.
Es, sin duda, una de las cosas que nos cuesta entender en plenitud puesto
que son realidades antagónicas que se dan en simultaneo.
Desde la Pascua de Cristo podemos afirmar que todo ha llegado a un “Ya”
definitivo y pleno.
Mientras transitamos, por esta historia, cargando con nuestra realidad de
pecadores estamos en un “Todavía no” con respecto al Reino.
Es allí donde, necesario y fundamental, es el tiempo.
Tiempo para incorporar a nuestro actuar actitudes auténticamente
cristianas.
Tiempo para ir superando todas nuestras muchas sombras que nos impiden
testimoniar a Cristo con nitidez.
No es un tiempo de pasiva espera sino de activo compromiso.
Es un tiempo de búsquedas puesto que allí encontramos la forma de ser
verdaderamente fieles a la voluntad del Padre.
Es imposible no meterse en el terreno de las búsquedas con todos los
riesgos que ello conlleva.
Buscar es transitar por un sendero colmado de las posibilidades de
equivocaciones.
Dios, respetando nuestra libertad, nos quiere buscadores para que elijamos,
conforme nuestro mejor entender, un acercamiento a una creciente
coherencia para con Él.
Jamás nos quita la posibilidad de una opción libre.
Siempre nos descubrimos con distancia para con una coherencia plena para
con la voluntad del Padre.
Siempre nos descubrimos con distancia para con una coherencia plena entre
en Cristo e el que creemos y las actitudes que tenemos para con los demás.
Para acortar estas distancias necesario se nos hace saber vivir el tiempo
correctamente.
No es una realidad que nos debe colmar de angustias sino que debemos
asumirlo como imprescindible para poder llegar a Dios.
El tiempo es el ámbito donde se va plasmando nuestro acercamiento al “Ya”
de Cristo.
No es una realidad que debemos vivir con prisas sino como situación
llevadera con la que convivimos en armonía.
El tiempo tiene su ritmo y por más prisa que le deseemos imponer jamás
lograr modificar su velocidad.
Tiempo para construir y dejarse ayudar.
Tiempo para crecer y para trabajar.
Tiempo para, permanentemente, buscar.
Un tiempo donde conviven nuestros logros con nuestros constantes
errores.
Un tiempo donde resulta imposible colocar únicamente realidades de un
único signo.
Es allí donde se plasma la realidad del Reino.
En la búsqueda, realidad que conlleva tiempo, es donde se va construyendo
esa verdad que, desde Cristo, ya es plena y definitiva.
El Reino de Dios se parece al bien común que se hace realidad.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.