La Sainte-Baume (III)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Baumo, en provenzal, grotte, en francés y gruta, en román paladino.
Advierto que, pese al encanto del bosque y la montaña, el lugar carece de
espectacularidad, de aquí que por lo que vi las dos veces que he estado y por lo
que me han contado, no acude el turismo de masas. Uno encuentra gente
pacífica y comunicativa. Cualquier pretexto es válido para iniciar una
conversación. Al cruzarse por el camino la gente se saluda y responde con
amabilidad a cualquier petición de información. A esto me referiré otro día más
concretamente, que es digno de notar.
TRADICIÓN
Cuando uno va a un santuario o ermita de montaña, generalmente, le cuentan
su historieta. Una pastora observó a una vaca que escarbaba en el suelo y
apareció una preciosa imagen. O fue en un árbol, una vieja encina tal vez. Son
narraciones autónomas. Aquí no me voy a atrever a repetir la tradición que está
en el origen, por si algún lector la ignora y porque cada vez que leo puedo
añadir algún detalle que yo mismo ignoraba. No me importa que lo que llamo
tradición sea en parte legendaria. Las leyendas son piadosa elaboración humana,
doble riqueza.
Los protagonistas no lo son. Retrocedamos hacia el año 44 de nuestra era. Hay
que recordar que durante este tiempo existían unas redes comerciales entre los
distintos puertos importantes del Mediterráneo, que, de alguna manera, nos
ayudan a aceptar datos que de otro modo, nos parecerían imposibles. Y no estoy
afirmando que lo que viene a continuación sea historia, de acuerdo con el
sentido que le damos nosotros a esta palabra.
LA LLEGADA DE UN BAJEL
Cuentan por la Provenza que un día su habitantes vieron llegar un bajel con
siete pasajeros. Los judíos les habían embarcado sin que dispusieran de timón,
ni remos, ni vela. Iniciada la persecución de los cristianos, en la que el primero
que murió fue el apóstol Santiago, que fue más bien dispersión, no se atrevieron
a dañar a Lázaro, ¡con un resucitado quien se atreve! Así que lo empujaron al
mar, a él con los suyos. Eran, pues, Lázaro y sus hermanas, Marta y María, más
Salomé y la de Cleofás, también Sidón, el ciego de nacimiento curado por el
Señor y Maximín, uno de los 72 discípulos, acompañados por Sara, una sirvienta
egipcia de piel oscura.
María extendió su velo que se convirtió en vela. El viento los llevó a la
desembocadura del Ródano. Lázaro inició la evangelización de inmediato. Las
dos marías permanecieron en el lugar del desembarco, se trata del lugar llamado
hoy “Saintes Maries de la Mer” donde se levanta una pequeña iglesia-fortaleza.
Con ellas permaneció Sara, convertida hoy en reina-patrona de los gitanos, cuya
imagen nos sorprende en la cripta. Marta acudió primero a Avignon, después a
una población cercana donde un monstruo, una tarasca, les diezmaba. Mató al
dragón y se convirtió la gente. Se trata del municipio llamado hoy Tarascón.
María remontó un riachuelo y se refugió en una gruta donde estuvo en oración
30 años, el tiempo que su Maestro había permanecido en vida oculta. Murió en
brazos de Maximín, a las afueras de la villa. El discípulo, considerado obispo, la
enterró en lo que hoy vemos en la cripta de la catedral y que es un sepulcro
galo-romano.
CATALINA EMMERICH
Para más inri, y tal vez otro día ofreceré la traducción, a la mística alemana
Catalina Emmerich, en sus visiones, hacia 1800, se le notificó detalles paralelos
del desplazamiento de nuestros personajes y que habían desembarcado cerca de
Marsella. Que pueda tratarse de tradiciones legendarias no lo dudo. Ahora bien,
a diferencia de las que se refieren a imágenes encontradas por una pastora, que
con ello acaban, en este caso se refieren a personajes evangélicos e invitan a
actitudes muy loables. Se respira devoción, paz, perdón, por estos paisajes. La
historia de María convertida, acompañante y colaboradora del Señor invita a
serlo. Uno recuerda que como ella fue pecador, que una y otra vez se ha
convertido, que quiere amarle siempre.
RECUERDO Y ORACIÓN
No es que sea demasiado aficionado a las imágenes, pero esta vez, en la
modesta tienda de recuerdos, adquirí una que he colocado junto al Sagrario,
mide solo 20cm. Acabada mi súplica, le digo siempre a Jesús Eucaristía: queda
ella en mi nombre, otro día te traeré perfumes, imitándola. Y de cuando en
cuando en cuando le rezó esta oración que compuse hace años, mientras bajaba
de la gruta.
La oración
“No quisiste dejarlo solo en la cruz. No quisiste abandonar a su madre en aquel
trance misterioso, doloroso, incomprensible, del suplicio de su Hijo. Se moría y
tu llorabas por Él, junto al desolado a Juan. Contemplabas que moría el mentor
de tu vida y de la de todos los humanos, la luz de su existencia, la razón de su
soñar, que también era la tuya. Llegó el momento y aceptaste sin entender, que
debía reposar en el sepulcro nuevo, perfumado, limpio, y lo dejaste bien
cerrado, para que nadie pudiera profanar la razón de tu amor y la de tantos
otros que junto a Él habían caminado.
Como tú, de otra manera, yo le amé. Como tú, de otra manera, fui librado del
pecado. Como tú, de otra manera, le seguí. Como tú, de otra manera, lo perdí.
Como tú, de otra manera, lo sigo buscando. Como tú, de otra manera, siento
lástima de su dolor. Como tú, de otra manera, pienso que no todo está perdido.
Como tú, de otra manera, aun llorando, no pierdo la Esperanza.
Tú que le buscabas en el huerto, muerto, mientras los demás dormían
derrotados, fuiste la primera que lo encontró, más bien fue Él que te encontró a
ti y te envió a anunciar a los suyos que vivía. Reposaste y meditaste nuevos
proyectos junto a tu Lago. Lejos debías partir a vivir en su amor. Lejos debías
marchar a llorar. Lejos debía ser donde rezaras. Lo hiciste. Tu velo fue vela, que
te llevó junto a otro inmenso Lago y te quedaste hasta que llegara el gran
encuentro, definitivo, total, para siempre, orando. Tu cuerpecito, aquellos ojazos
soñadores, hoy reciben sublime luz, aquellos que por primera vez se abrieron
junto al Lago, contemplan el inmenso océano donde reina Dios. Toda tú posees
ahora con su Madre, con sus amigos, con los amigos y con los descendientes de
sus amigos, más paz y alegría de la que pudieras nunca soñar.
Hazme un hueco para mí, a tu lado, María, la de Magdala, la del cuerpecito
menudo, como la sinagoga de tu infancia. María, la de los ojos grandes, como tu
Lago.”