RESPONSABLE IRRESPONSABILIDAD
Padre Pedrojosé Ynaraja
Estaba a punto de empezar a poner por escrito algunas ideas sobre las
vacaciones, fenómeno este de actualidad por las tierras donde estoy sumergido,
cuando me he dado cuenta de que carecía de criterios específicos sobre el tema,
que estuvieran fundados en la Biblia. Ante mi extrañeza, he reflexionado, dando
entonces con el meollo de la cuestión. Para buscarle sentido a las vacaciones,
hay que acudir al domingo y, para sacarle jugo, hacerlo recordando que es una
substitución muy bien fundamentada, del sabat judío.
Muchos males específicos de nuestra cultura hay que achacarlos a la pérdida del
sentido de la fiesta dominical y, a la postre, al olvido de la semana, institución
que encontramos al inicio del libro del Génesis. Cuando uno está en Jerusalén,
descubre el valor que las gentes del lugar dan a la semana. Los musulmanes la
culminan el viernes, los judíos el sábado y los cristianos el domingo. Y si a uno le
ha encantado un cacharrito de una tienda árabe y no ha podido comprarlo, ya
que en aquel momento no tenía dinero, sabe que no podrá acudir el viernes. Si
trata de recoger un coche que tenía alquilado y pagado y son las 14,04 minutos
del viernes, no lo consigue, porque la empresa israelí ya ha empezado la
celebración del sabat. De manera semejante le ocurre si debía confirmar un
billete de avión de una compañía occidental, que se supone es cristiana, no
podrá hacerlo si es domingo. He puesto ejemplos comunes y que me ha tocado
experimentar personalmente.
Desde mi infancia, cuando me preparaba para comulgar, me enseñaron que el
cristiano debía santificar las fiestas. Se nos especificaba que había que
descansar físicamente, es decir abstenerse del trabajo que no fuera totalmente
preciso, tanto personal, como empresarial. Recuerdo que nos decían que los
altos hornos no podían de ninguna manera apagarse o la de mi padre,
responsable de circulación de trenes en la estación de Burgos, en los dos casos,
sí que estaban permitido el trabajo. Acudir a misa para dar culto a Dios, era otro
deber. Generalmente la familia debía partirse en dos, pero nunca faltábamos.
Finalmente el descanso espiritual, que suponía que no nos habían dado deberes
en el colegio, que salíamos a pasear, escuchar música en el kiosko del paseo del
Espolón y que, en verano, nos compraran un helado y en invierno unos
barquillos. Cuando fui un poco mayor y las arcas familiares lo permitían, iba al
cine de los Hermanos Maristas.
Paralelamente a lo dicho, nadie en casa trabajaba. Ni lavar, ni planchar, ni coser.
Eran otros tiempos. La legislación imperante lo facilitaba. Comercios y escuelas
abrían entre semana, pero el domingo estaban todos cerrados.
Recuerdo muy bien cuando empezamos a oír hablar de weekend, traducido
posteriormente, y hoy de uso común, por fin de semana. Empezó quedamente a
regirse la vida de otra forma y debo confesar que esta manera de organizarla no
se ha regulado según los preceptos divinos, que se desconocen o se han querido
ignorar. Siempre digo y repito, cinco días de trabajo profesional, el sábado para
emplearse en las ocupaciones familiares. Máquina de lavar, planchar, acudir al
“súper”, limpiar el coche si lo necesita, dedicarse a las plantas o al jardín,
elaborar conservas artesanas, etc., etc. El domingo es fiesta, que se note y se
celebre. Los judíos, es práctica bastante común, según creo, el sábado ni
siquiera cocinan. Se limitan a calentar lo ya preparado. Añádase, en el caso al
que me estoy refiriendo, la vida familiar. El maravillosos contemplar los sábados,
por los parques de Jerusalén a familias numerosas sentadas en el césped
jugando los niños con los padres y gritando alegremente y los mayores con el
matrimonio compartiendo.
Dada mi condición de célibe y mi ministerio presbiteral, procuro pasar el
domingo a mi manera, siendo coherente con los principios que he expuesto.
Antes de comer y pese a estar sólo, me bebo una cerveza y pincho algún
aperitivo y lo saboreo en “honor de Dios, ya que es su fiesta”. Cuando me
muevo por ciertas poblaciones, las tardes del quinto día de la semana, no me
tengo que preguntar qué día es, con ver como visten los musulmanes, ellos y
ellas, y hacia donde se dirigen, sé que es viernes
Y volviendo a Jerusalén que ya he hablado. La economía ciudadana no se
resiente. Cada comunidad descansa y celebra su día. Y les va bien a todos.