UN SER DESPISTADO
Es un ser tremendamente honrado y, por ello, suele verse realizando
algunos mandados.
Gente que, a cambio de algunas monedas, le solicitan alguna tarea.
Suele hablar pausado y de muy diversos temas.
Su risa pronta es un llamado de atención sobre su personalidad.
Suele lanzar su risa fuerte luego de hacer algún comentario serio.
Su risa no responde a nada ya que es lanzada sin ningún motivo lógico.
Cuando uno va conociendo un algo más su forma de ser va encontrando,
dentro de su cuerpo grande, su realidad de niño.
Desde hace mucho tiempo su tarea se encuentra en la calle pero carece de
noción de las calles de la ciudad.
Se desplaza realizando los mismos recorridos ya que ello es su manera de
tener clara noción del por donde anda.
Si por alguna razón altera su recorrido ya no sabe desplazarse con
tranquilidad.
Tampoco posee noción del dinero.
Un billete es siempre mucho más que las monedas que pueda poseer.
Como no posee noción de la cantidad que entrega lo único que le importa es
que le entreguen algún billete a cambio aunque pierda en la transacción.
Tampoco posee noción de la hora y, por ello, puede estar muy temprano
esperando la hora señalada como, también, puede estar muy tarde
esperando la llegada de una hora que hace ya mucho ha pasado.
Si no tiene noción de la hora mucho menos de los días.
Para él los días son hoy, ayer y mañana.
Sin ninguna noción, en su lugar de trabajo, escucha relatos de viaje y los
cuenta como propios.
“Después del almuerzo, con mi hermana, nos fuimos a Australia y en la
noche ya estábamos de vuelta”
“Fuimos a Chile. Cuando tenga las fotos las traigo para mostrar”
Todo lo suyo es un constante decir cosas que no hacen otra cosa que
mostrar su vivir despistado.
Para completar su cuadro no sabe leer ni escribir.
Todo esto no le impide ser una persona feliz ya que vive en un constante
despiste que le impide pisar la realidad.
Muchas veces nosotros también somos como él puesto que vivimos
despistados.
Despistados porque no sabemos descubrir a Dios que convive en nosotros.
Despistados porque buscamos signos extraordinarios de Dios y no lo
sabemos ver en lo cotidiana de nuestra vida.
Despistados porque no llegamos a ver en los demás a Dios que está en
ellos.
Despistados porque le damos más importancia a lo cultual que a lo
vivencial.
Despistados porque nos quejamos más que lo que agradecemos.
Despistados porque no escuchamos a Dios que nos está hablando
permanentemente.
Despistados porque en nuestro afán de buscar a Dios no prestamos
atención a nuestros hermanos.
Despistados porque queremos hacer grandes cosas y nos olvidamos de
realizar esas pequeñas cosas que están a nuestro alcance.
Despistados porque queremos que nos ayuden pero no tenemos en cuenta
esas ayudas cotidianas que gratuitamente se nos brindan.
El despiste en el ser de mi relato responde a una cuestión intelectual.
Nuestro despiste responde a un no asumir que Dios es mucho más cercano
de lo que suponemos y llegar hasta Él siempre está a nuestro alcance.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.