TRAYENDO FUEGO
En diversas oportunidades he manifestado que se nos ha presentado un
Jesús “tan edulcorado” que no es para diabéticos.
Desde algunas imágenes, desde algunas películas o desde algunas prédicas
se nos ha mostrado un Jesús destilando almibarada dulzura.
Considero que esa visión está muy lejos de acercarse al Jesús de la
realidad.
En diversas oportunidades he manifestado que Él era un ser con los pies
muy sobre la tierra.
Era un alguien tremendamente realista y ello no lo podía vivir desde la
dulzura que se nos ha querido transmitir y hacer creer.
Era un tiempo colmado de injusticias.
No solamente por parte de los invasores romanos sino, fundamentalmente,
por parte de las jerarquías de su pueblo.
Existía una realidad económica angustiante para la gran mayoría de los
judíos de su tiempo.
Existía una realidad religiosa motivadora de una marginación importante
dentro de los judíos contemporáneos.
“He venido a traer fuego y desearía que ya estuviese ardiendo”
Jesús quiere y desea revertir la situación injusta de su tiempo.
Todo su empeño está comprometido en el logro de tal cosa.
Es sabedor que el cambio no se realiza modificando las estructuras
existentes.
Es sabedor que el cambio no se logra mediante imposiciones.
El verdadero y duradero cambio es aquel que comienza desde el corazón de
las personas.
Lo importante, para Él, radica en ese cambio interior que cada uno debe
asumir y así revertir un sistema que se había transformado en injusto.
Injusto porque hundía en la pobreza.
Injusto porque cargaba de culpabilidad.
Ante esa realidad no se puede andar con medias tintas y Jesús es
vehemente ante esa necesidad que deseaba con urgencia.
Es duro con las jerarquías del templo que han utilizado al mismo para
construir una fuente de poder y riqueza.
Es duro con las jerarquías del templo que se resisten a humanizar la Ley ya
que ello menguaría su influencia y su importancia.
No se anda con vueltas para señalar la hipocresía y los peculados de las
jerarquías del templo.
Urge un cambio y por ello predica y vive la centralidad del ser humano.
Urge un cambio y no vacila en acercarse a los necesitados y dignificarlos
con un trato humano e integrador.
Esa urgencia no la manifiesta desde palabras insípidas sino desde una
postura fuerte, comprometida e incomodante.
Jesús, como buen realista que era, sabe que el cambio era necesario o todo
se encaminaba a una situación incontrolable y nefasta.
Para los judíos esa situación va a darse un tiempo más adelante cuando los
romanos decidan arrasar con Jerusalén.
Por ello habla de ese fuego necesario para cambiar desde lo profundo todo
el sistema imperante.
Por ello habla de su deseo de que ello ya fuese realidad.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.