VIVIR O SABER
Para algunos necesario se hace saber para poder ser un buen cristiano.
Saber de textos y saber de interpretaciones.
Como si Jesús fuese un personaje a estudiar.
Como si ser cristiano fuese un tratado de cristología que se conoce.
Como si ser cristiano fuese la aprobación de alguna materia estudiada.
Como si ser cristiano fuese un algo para eruditos.
El primer gran equivocado ha sido el mismo Jesús que se rodeo de
seguidores de muy escasa cultura.
Quizás el primer equivocado fue Jesús que era, tal vez, una persona que no
sabía leer ni escribir.
Para algunos él no serviría como cristiano ya que no podría estudiar todo lo
necesario.
Pero, sin lugar a dudas, Jesús no se equivocó.
A él le importaba el testimonio que podían dar aquellos seres.
Un testimonio desde lo que cada uno de ellos era.
Un testimonio desde lo que cada uno de ellos sabía vivir.
Se apasionaron con lo vivido y lo compartieron con igual pasión.
Desde esa pasión fueron descubriendo la dimensión de lo experimentado y
así lo compartieron.
Supieron llenar de Cristo los momentos de su vida.
Supieron encontrar a Cristo en lo que debieron vivir.
Supieron transformar en cristiano cada uno de sus momentos.
Por ello es que, para Jesús, ellos eran tan importantes.
Vieron a Jesús acercarse a los que le necesitaban y no dudaron en
prolongarlo.
Vieron a Jesús despertar sonrisas en quienes se llegaban hasta él y
continuaron haciendo tal cosa.
Vieron a Jesús aferrarse al Padre Dios y no titubearon en hacerlo.
Prolongaron lo de Jesús desde lo que ellos eran.
Cada uno, a su manera, se transformó en testigo de una experiencia de
vida.
Necesario se hace recuperar aquella primera realidad.
Hoy en día, más que técnicos se necesitan testigos.
Desde lo que cada uno es y con lo que cada uno es.
Testigos que no tengan miedo a equivocarse.
Testigos apasionados que se comprometan e involucren con la realidad.
Testigos que, tal vez, no sepan mucho sino que vivan intensamente.
La mejor ciencia sobre Jesús es la que se aprende desde el intento de
vivirlo.
La mejor ciencia sobre Él es el intento cotidiano de ser coherente con lo
suyo.
Son nuestras acciones de vida las que hablan a los demás de Él.
Nuestro mejor discurso sobre Jesús es el que va respaldado por las acciones
de la vida cotidiana.
Eso fue lo suyo y ello debería ser lo nuestro.
Sabemos que lo nuestro nunca será como lo suyo puesto que lo nuestro se
limitará a un prolongado intento pero ello será lo que verdaderamente
cuenta.
Lo nuestro nunca tendrá el peso transformador de lo suyo pero nuestro
intento será transformador de nosotros mismo y ello es el primer paso de la
verdadera transformación por Él propuesta.
¿Vivir o saber?
No hay duda de cuál es la respuesta verdadera y es necesario comenzar (lo
digo por mí) a intentarlo.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.