EL NOMBRE DE DIOS
En la Biblia el nombre era la manifestación de lo más profundo de alguien.
Son varios los ejemplos que podemos encontrar donde ante un cambio de
misión se acompaña de un cambio de nombre.
Dios era el innombrable.
Lo más cercano a un nombre, para Él, era Yahvé (Soy el que soy)
Más que un nombre era la manifestación de una connotación propia de Él.
Ese Dios, en los relatos bíblicos, va adquiriendo diversas manifestaciones
que no hacen otra cosa que responder a la experiencia del pueblo.
Pero, un día, Dios se hizo hombre y avió entre nosotros.
Desde ese día, para mirar a Dios, necesario se hizo mirar a un hombre.
Ya resulta imposible “inventar” a Dios sino que necesario se hice mirar a
Jesús.
Jesús, como buen judío que era, tampoco nos brinda el nombre de Dios.
Lo que hace es presentarnos, hablarnos y relacionarse con un Dios
totalmente distinto del hasta ese momento conocido.
No se limita a hablar de Dios como Padre sino que nos presenta
connotaciones completamente nuevas.
El paso del tiempo nos ha mostrado a Dios desde la teología y, con todo
respeto, esta visión no siempre responde a lo presentado por Jesús.
Creo que ha llegado el momento de intentar recuperar lo que Jesús nos ha
presentado de Dios.
Dios es un Padre cercano.
Tan cercano que Él le trataba con familiaridad y cariño.
Jesús se relacionaba con Dios como “Abba” que es una expresión que dice
de una cercana relación.
Es casi que una expresión infantil dirigida a un Padre profundamente íntimo.
Esto no es otra cosa que una invitación a un cambio en la relación para con
Dios.
No es un Dios lejano o ausente sino ese Dios cercano con el que debemos
tener una relación de familiaridad.
Es un alguien tan íntimo que le podemos hablar con total confianza.
No es Dios castigador sino es el Padre que no se cansa de esperarnos.
No es el Dios que pide cuentas sino el Padre que ama entrañablemente.
No es el Dios que obliga sino aquel que respeta y ama la libertad de sus
hijos.
Por ser coherente con tal cosa es que constantemente está dispuesto a
brindar el perdón.
En el uso de nuestra libertad nos podemos alejar de Él pero siempre nos
estará esperando con los brazos abiertos.
Es un Dios tan cercano que nada de lo nuestro le resulta indiferente.
Siempre se está involucrando con lo nuestro pero sin avasallamientos ni
imposiciones.
Desde Jesús las cosas de Dios no están en las alturas sino inmersas en las
cosas de la humanidad.
Debe ser allí done lo busquemos.
Debe ser desde allí donde lo vivamos.
El reinado de Dios dice del bien común.
El honrar a Dios hace referencia a la dignificación de los demás en cuanto
personas.
Vivir a Dios es vivir como buenas personas y todo lo que ello implica.
Para poder crecer en Dios necesitamos nutrirnos de lo suyo y hacerlo tarea
de vida.
Por ello es que necesitamos recuperar la visión que de Dios tenía Jesús.
De hacerlo podremos descubrir que la vida se nos complica pero la felicidad
nos gana.
Para Jesús Dios es un Padre pleno de amor por nosotros.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.