Convivir tras un conflicto
P. Fernando Pascual
22-10-2016
Convivir no resulta fácil. Sobre todo cuando hay temperamentos fuertes, cuando hay una historia de
tensiones recordadas, cuando los modos de pensar y de actuar son contrapuestos.
Imaginemos una oficina. Uno piensa que es mejor abrir ventanas y apagar el aire acondicionado. Otro
prefiere cerrar ventanas y aprovechar el aire acondicionado. En la esquina, el primero abre su ventana y
apaga el radiador más cercano. El segundo llega y, sin mediar palabra, cierra la ventana.
Ya estalló el conflicto. Parece algo sencillo, pero a veces se ve como un reto personal. “¿Cede el otro o
cedo yo? ¿Y por qué siempre tengo que claudicar yo? ¿Y por qué el otro ni preguntó ni propuso una
alternativa condivisible?”
La lista de conflictos es enorme. Ocurren en familia, en el trabajo, entre amigos, por temas muy
variados. Son leves, si al final otros asuntos dejan atrás el punto de discordia. Son graves, si comienzan
los reproches y la lucha por imponerse al otro, cueste lo que cueste.
Si ha iniciado un conflicto, lo importante es poner las cosas en su sitio. Hay puntos de vista diferentes y
hay acciones que pueden provocar tensiones. Pero lo que las partes implicadas necesitan recordar es
que, más allá del conflicto, están juntas y necesitan construir una convivencia sana.
Por eso es importante superar el conflicto. No atrincherarse en la propia posición, sino saber mirar lo
que el otro puede sentir o pensar. No dejarse herir si hay un acto unilateral contra mi propio punto de
vista: el mundo es mucho más grande y hay problemas mucho más serios.
Si hay grandeza de alma, si la mirada tiene presente lo realmente importante en esta vida y en la vida
que nos espera tras la muerte, relativizaremos muchos conflictos y tensiones, y sabremos construir
caminos de diálogo y convivencia que alivien y unan corazones que tienen en común mucho más de lo
que imaginan.