FRAY ESCOBA
La Iglesia tiene, por suerte, una gran variedad de santos
No hacen otra cosa que mostrarnos, con un estilo de vida particular, que es
posible llegar a vivir lo que Jesús propone.
Los santos no hacen otra cosa que mostrarnos que es posible lo de Jesús e
interceder ante Dios para que nos ayudemos a que ello sea desde nosotros.
Cada uno podemos, ante esa variedad de posibilidades, tener nuestras
simpatías por algunos de ellos.
Podemos tener una mayor afinidad con un determinado estilo de vida.
Podemos tener admiración por lo que ha hecho con su vida.
Podemos tener un deseo de identidad con alguna propuesta concreta llena
de Jesús.
Si debiese hacer un listado de los santos que más despiertan mi admiración
pondría a Juan Bosco, Francisco de Asís, Martín de Porres, Teresa de
Calcuta y Pablo VI
Cada uno en su tiempo y con un estilo de vida bien particular me resultan
un desafío y una vigencia.
Desde hace muchísimo tiempo experimento una profunda admiración por
Martín de Porres.
Una de las razones que despiertan mi admiración (no quiere decir que lo
imite) es su inmensa humildad.
Una humildad con la que fue coherente.
En aquellos tiempos (finales del 1500 y principios del 1600) ser hermano
lego en un convento era un algo de bajo nivel.
Los legos eran los que realizaban las tareas humildes dentro del convento.
Cocineros, limpiadores, porteros o enfermeros solían ser algunas de sus
ocupaciones.
Martín era hijo bastardo de una mulata.
Así ingresó al convento y se le hizo saber que no podía aspirar a nada más
que ello debido a su condición.
Gustaba le llamasen Fray Escoba dada su condición de tener, entre otras
cosas, la tarea de la limpieza del convento.
Pero, también, desempeñaba otras ocupaciones como enfermero, portero y
despensero.
Eran numerosos los pobres que, día a día, esperaban su aparición en la
puerta de la cocina del convento puesto que sabían les proporcionaba
alimentos.
Pero un día la vida de aquel mulato tuvo un vuelco inesperado para él.
Su padre, un caballero español, le reconoció y le brindó su apellido.
Desde ese momento pasó a ser Fray Martín de Porres.
Junto con ese hecho le llegó la invitación a ser sacerdote ya que nada,
ahora, le impedía serlo.
Para él, tal cosa habría sido una importante distinción.
Pero no dudó en rechazar tal cosa y continuar con su condición de hermano
lego.
Imagino la cara de su superior ante su tenaz negativa.
Aquella postura no era la común y, mucho menos, la esperada.
Supo mantenerse coherente en su quehacer humilde.
Supo continuar sirviendo desde las más pobres tareas del convento.
Para él servir a los demás era su mayor honor y distinción no precisaba de
más para saberse amando a Dios.
Por ello le admiro y le pido me ayude a aprender.
Por ello siento una predilección por él y su estilo de vida.
Sé que no pretendo compararme pero me gustaría acercarme a todo eso
que me muestra es posible.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.