Voz del Papa
Culmina el Año de la Misericordia
José Martínez Colín
1) Para saber
Termina el Año de la Misericordia este 20 de noviembre,
solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, después de un año en
que el Papa Francisco abría la Puerta Santa. Un año en que muchas
almas se han acercado al Señor.
Tal vez queda el sentimiento de no haberlo aprovechado del
todo. Sin embargo, la clausura del Año santo no es el final, sino ha
de significar un punto de partida, ahora con más esperanza al haber
constatado el amor tan grande que Dios nos tiene. Para ser más
conscientes de la misericordia que Dios ha tenido con cada uno de
nosotros y decidirnos a vivirla.
2) Para pensar
En ocasiones, al no haber tenido grandes caídas, podría ser
que no fuéramos tan conscientes de la misericordia recibida. Santa
Teresita del Niño Jesús nos transmite su misma experiencia. A
continuación sus palabras:
“Reconozco que, sin Él, habría podido caer tan bajo como
santa María Magdalena... Pero sé también que a mí Jesús me ha
perdonado mucho más que a santa María Magdalena, pues me ha
perdonado por adelantado, impidiéndome caer. ¡Cómo me gustaría
saber explicar lo que pienso...! Voy a poner un ejemplo.
Supongamos que el hijo de un doctor muy competente encuentra
en su camino una piedra que le hace caer, y que en la caída se
rompe un miembro. Su padre acude enseguida, lo levanta con amor
y cura sus heridas, valiéndose para ello de todos los recursos de su
ciencia; y pronto su hijo, completamente curado, le demuestra su
gratitud. ¡Qué duda cabe de que a ese hijo le sobran motivos para
amar a su padre!
Pero voy a hacer otra suposición. El padre, sabiendo que en el
camino de su hijo hay una piedra, se apresura a ir antes que él y la
retira (sin que nadie lo vea). Ciertamente que el hijo, objeto de la
ternura previsora de su padre, si DESCONOCE la desgracia de que
su padre lo ha librado, no le manifestará su gratitud y le amará
menos que si lo hubiese curado... Pero si llega a saber el peligro del
que acaba de librarse, ¿no lo amará todavía mucho más?
Pues bien, yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un
Padre” (MsC, 38vo)
Es la misericordia de Dios que nos evita pecar. Pensemos si
sabemos agradecérselo.
3) Para vivir
Además de experimentar la misericordia de Dios, hemos de
saberla transmitir.
El Papa Francisco, en su viaje a Polonia, decía que el
Evangelio es el libro vivo de la misericordia de Dios. Pero es un libro
que tiene al final unas páginas en blanco. Y están en blanco porque
a cada uno le corresponde seguir escribiendo, en continuación a lo
que ya ha sido escrito por el Espíritu Santo. Es decir, hemos de
escribir unas páginas en el mismo estilo, siguiendo el estilo de la
misericordia. Pero ahora serán las obras de misericordia que cada
uno haga.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)
( articulosdog@gmail.com )