Hablar heroicamente para promover el bien
P. Fernando Pascual
19-11-2016
Vemos un problema. Sentimos necesidad de ofrecer soluciones o de avisar ante un peligro.
Intuimos cómo van a reaccionar algunos. A veces, tenemos miedo de hablar.
Porque la vida real nos muestra cómo la tan aireada libertad de expresión en muchos casos es
simplemente una fórmula vacía. Se dice que todos pueden hablar. Luego, de modo directo o con
maniobras entre bambalinas, llegan golpes inesperados.
Por eso en muchos ambientes resulta difícil tener el valor necesario, unido a la prudencia y al
respeto, para denunciar peligros, para avisar de desviaciones doctrinales, para señalar decisiones
erróneas que van a provocar graves daños.
En situaciones de ese tipo, hace falta aprender a confiar en Dios y buscar caminos para dar la
señal de alarma. No podemos renunciar a la verdad que ayuda, pues no vale la pena vivir como
“perros mudos” ante situaciones peligrosas. El Evangelio invita a la confianza, y el Espíritu
permite hablar con valentía.
El mundo necesita hombres y mujeres que sepan comunicar humilde y convencidamente lo que
consideran la verdad. Ante tantos silencios que dan fuelle a graves injusticias o a la difusión de
falsedades que perjudican a los más débiles, hacen falta voces valientes que señalen los errores y
que denuncien acciones que dañan a indefensos.
Si luego llegan represalias, si de modo sutil pierde su trabajo un padre de familia honesto que
avisó a sus jefes de algunas injusticias cometidas contra compañeros, habrá que respirar hondo,
pedir ayuda a los amigos verdaderos, y esperar el triunfo de la justicia.
No siempre veremos ese triunfo en este planeta lleno de zancadillas y golpes bajos. Pero
tenemos la certeza de que una persona valiente y defensora de la verdad y la justicia recibirá un
día su recompensa, aunque tenga que esperar al momento de ser acogido en el mundo que inicia
tras la muerte...