ANTE LA MUERTE DE CASTRO
Con la muerte de Fidel Castro se abre una puerta llena de esperanzas para el
pueblo de Cuba.
Murió el embustero que ilusionó a gran parte del pueblo cubano y conquistó
adeptos internacionales. Este sujeto que nunca mostró una cicatriz en su cuerpo,
llevó a la muerte a muchos miles de fanáticos creyentes del éxito de sus
mentiras y asesinó a otros muchos miles en el paredón de fusilamiento.
Exportó sus ideas fracasadas a otras naciones y utilizó el territorio nacional para
entrenar terroristas y albergar prófugos de la justicia norteamericana y de otras
naciones, proporcionándoles beneficios pirateados a los cubanos.
Su muerte augura LIBERTAD, el pueblo que sometido por la fuerza hace
demostraciones de luto, recibe esta noticia con alegría. Ese pueblo ha sido
llevado a la miseria por Castro.
Ahora le toca el turno a los militares jóvenes, los que están limpios de la
corrupción y el pandillerismo de los Castro; ahora tienen la oportunidad de pasar
a la historia: Un golpe militar a los octogenarios millonarios y culpables de tanta
ignominia.
Hoy solo quiero recordarles parte del discurso pronunciado por Monseñor Oscar
Romero el Domingo de Ramos, 23 de marzo de 1980 en El Salvador, al dia
siguiente fue asesinado:
““Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del
ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los
cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos
hermanos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley
de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una
orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es
tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia
que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la
Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada
ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada
sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en
nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día
más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la
represión”.
Diego Quirós, Sr.
Miami, Florida.