MOTIVADORES DE ALEGRÍA
Poco a poco, aquellos nuevos vecinos, se hicieron parte del barrio.
Tal vez, motivados por su precariedad, los vecinos se acercaron a aquella
joven pareja.
Todos eran conscientes de no poder solucionar su situación pero sí de que
podían ayudar en algo a aquellos nuevos vecinos que tan precariamente se
habían instalado en aquella casa que ya no daba tantas señales de
abandono.
Entre los pasos de los vecinos y el trabajo del hombre de la casa el pasto
del frente había desaparecido.
Ella era mucho más retraída que él.
Con el hombre se podía conversar en cualquier momento.
Ella era reacia a abandonar el interior de la casa donde se habían instalado.
En contados oportunidades se le podía ver en el frente de la casa.
Se sentaba en el suelo y podía pasar rato disfrutando un algo de sombra.
Era notorio su vientre prominente cargado de cada vez más cercana
maternidad.
Sus piernas hinchadas no podían ocultar las realidades de la cercanía del
parto.
Sus manos húmedas decían de amor y cercanía.
Su mirada chispeante decía de felicidad inocultable.
Conservaba un prolongado silencio que no decía de distancias o ausencias.
Ambos se encargan de regalar, constantemente, una sonrisa que se
prolonga entre todos.
Han despertado la solidaridad de los mil detalles entre muchos vecinos.
Han regalado la alegría que se refleja en diversas sonrisas y buena
voluntad.
Cada quien que lleva un presente se retira con una gran sonrisa.
La sonrisa del haber dado una mano.
La sonrisa del haberse brindado con lo que ha estado a su alcance.
La sonrisa del haber hecho lo que podía por ayudar.
Llegaban con la sonrisa del poder brindar algo y se retiraban con la inmensa
sonrisa de habérsele brindado mucho más.
Llevaban un recipiente con comida y se retiraban con la sensación de haber
llevado muchísimo más que lo llevado.
Llevaban un algo con agua y se retiraban con la alegría de haber acercado
mucho más que agua.
Todos se retiraban con la alegría de haber sido útiles y la satisfacción de
haber hecho algo.
No importaba lo mucho o lo poco que se hiciese por aquella pareja para
retirarse con la sonrisa dibujada en el rostro.
Algunos decían que era por la manera en que el joven esposo agradecía lo
recibido.
Otros decían que se debía al hecho de poder dar sin esperar a cambio.
No faltaban quienes sostenían que ello se debía a la sorpresa que
manifestaban ante cada gesto de solidaridad que se les brindaba.
Sea por la razón que fuese, lo cierto y real era que el barrio había
comenzado vivir con una prolongada sonrisa a flor de piel.
Algunos vecinos que no eran dables a compartir sonrisas se habían vuelto
más cálidos porque habían dejado crecer una pequeña sonrisa de
amabilidad y simpatía.
Parecía que el barrio había sido tocado por la magia de la felicidad.
No habían dejado de existir las dificultades o los problemas pero todo se
llevaba con mayor gozo.
La cercanía de Navidad debe, necesariamente, despertarnos una alegre
sonrisa que se debe contagiar y compartir.
Preparar Navidad es compartir lo que somos y ello, siempre, nos debe
despertar
Padre Martín Ponce de León S.D.B.