Voz del Papa
¿Buscamos a Dios?
José Martínez Colín
1) Para saber
En estos días navideños, hay una costumbre importante que el
Papa Francisco invita a vivirla: tener en cada hogar un nacimiento
con su pesebre que represente el lugar en donde quiso nacer el Hijo
de Dios. Eso nos ayuda a contemplar cada uno de sus elementos y
personajes para encontrar ahí una fuente de esperanza: María,
José, Belén, los pastores, los Magos, etc.
“En primer lugar, dice el Papa, nos fijamos en el lugar en el
que nace Jesús: Belén. Una pequeña aldea de Judea donde mil años
antes había nacido David, el pastor elegido por Dios para ser Rey de
Israel”.
Belén no era una gran ciudad, ni la capital del pueblo judío, “y
por eso fue el lugar preferido por la Providencia divina, que ama
actuar por medio de los pequeños y los humildes… En aquel lugar
nace el ‘hijo de David’ tan esperado, Jesús, en el cual se encuentran
la esperanza de Dios y la esperanza de los hombres”.
2) Para pensar
Se podría decir que Belén era un pueblo escondido en aquellas
tierras. El Señor no vino con todo su poder, majestad y gloria, pues
no nos hubiéramos atrevido a acudir a él. Sino que quiso nacer
como un niño. Así nos podemos acercar.
El Papa Benedicto XVI contaba una historia rabínica al
respecto: Cuenta el relato que Jeshiel, un niño, entró
precipitadamente y llorando a la habitación de su abuelo, el célebre
rabí Baruj. Gruesas lágrimas le corrían por las mejillas, mientras se
lamentaba: «Mi amigo me ha abandonado. Ha sido muy injusto y se
ha portado muy feo conmigo».
El abuelo trató de tranquilizarlo y le preguntó: «A ver, ¿no
puedes explicármelo un poco más?». El pequeño respondió. «Sí,
abuelo. Estábamos jugando al escondite, y yo me escondí tan bien
que no pudo encontrarme. Pero entonces, simplemente dejó de
buscarme y se marchó. ¿No es eso feo?»
El escondite más perfecto había perdido su belleza porque el
otro había interrumpido el juego. Entonces el abuelo acarició las
mejillas al pequeño, y a él mismo se le llenaron los ojos de lágrimas.
Y le dijo: «Sí, no hay duda de que es muy feo. ¿Ves?, con Dios es
exactamente lo mismo. Él se ha escondido, y nosotros no lo
buscamos. Piensa: Dios se esconde, y los hombres ni siquiera lo
buscamos».
3) Para vivir
Podemos encontrar en esa historia la explicación del misterio
entero de la Navidad. Dios se esconde. No nos deslumbra con el
resplandor de su gloria; no nos obliga con su poder a caer de
rodillas, sino que quiere suscitar en nosotros el amor.
Espera que la criatura se ponga en marcha, que surja un sí
libre y se dé nuevamente el acontecimiento del amor. Él espera al
hombre, nos espera, me espera. ¡Y qué escondite ha encontrado!
Se esconde en un niño, en un establo. Nosotros, ¿lo sabremos
encontrar? ¿O lo mismo que el impaciente compañero de juego nos
hemos marchado del juego, con mil razones para no buscarlo?
Dios salió de su escondite y corre a nosotros para que no
dejemos de buscarlo. Deja toda lejanía.
En el niño se hace más visible y más clara su omnipotencia y
su amor. Decía el papa Benedicto: “Quien comienza a entenderlo
cae de rodillas y se llena de la gran alegría que anunció el ángel en
la Nochebuena”.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)
( articulosdog@gmail.com )