El protagonismo de los “personajes secundarios”
P. Fernando Pascual
27–1–2017
En novelas, películas, obras de teatro, brillan algunos: son los protagonistas principales. Los personajes
secundarios, en cambio, aparecen y desaparecen con poca relevancia, casi a hurtadillas.
Los protagonistas principales sienten, actúan, piensan, deciden, ocupan el centro de la escena. Según lo
que planean el escritor o el guionista, esos personajes tienen una vida interior y una riqueza humana
que atrae a los lectores o espectadores.
Los otros personajes tienen también sus rasgos. Uno es famoso por sus excesos en las bebidas. Otro es
conocido solo por sus extravagancias. Otro simplemente abre y cierra una puerta. Otro ayuda a curar
una herida de un herido y luego desaparece.
En la vida real, sin embargo, no existen personajes secundarios. Porque todos y cada uno tenemos un
papel, una riqueza (o pobreza) interior, unos sueños, unas penas, unas alegrías, unas reflexiones y unos
sentimientos.
Por eso, el único que realmente acoge y observa el mundo humano y la historia de modo completo y
justo es Dios. Para Él cada ser humano tiene su “espesor”, su identidad, su pasado y su presente, sus
vicios y sus virtudes, su protagonismo.
Un novelista, casi por necesidad, no llega a tanto. Por más que invente y “domine” a sus personajes,
pronto se centrará en unos pocos y dejará en la penumbra a otros.
En la larga marcha humana, vale la pena un pequeño esfuerzo para mirar a nuestro lado.
Descubriremos que detrás del guardia de tráfico, del recepcionista en un hospital, de un enfermero o de
un albañil hay muchos tesoros. No son personajes secundarios: cada uno tiene mucho que contar...
También mi pequeña historia tiene su valor. Quizá me siento insignificante ante personajes que brillan
y reciben aplausos o críticas cada día. Pero no por ello Dios Padre deja de mirarme con un cariño y una
ternura que dan sentido y belleza a cada una de las horas de mi existencia, mientras me pide que refleje
su Amor a los cercanos y los lejanos...