Claridad amiga
P. Fernando Pascual
18–2–2017
Una mente clara está lista para hablar con transparencia. Una voluntad madura busca esa meta.
Desde esas actitudes, las palabras escogidas son sencillas. Las conexiones, manifiestas. Quien lee o
escucha, comprende.
Luego, para el lector llega el momento de dar un juicio, de aceptar o de rechazar. Lo hace
serenamente, porque el contenido aparece limpio, trasparente, asequible.
Al revés, la oscuridad impide comprender. Ideas retorcidas, dudas no resueltas, palabras rebuscadas,
frases confusas, significados inasequibles.
¿Qué hay detrás de esas palabras difíciles, misteriosas? ¿Por qué tanta oscuridad que hace difícil
acceder a un contenido?
En un mundo donde abundan palabras, cantadas, escritas, representadas, gritadas, la claridad llega a
ser una buena amiga y compañera.
Lo es, ciertamente, para quien acoge un mensaje: percibe luz y transparencia. También lo es para
quien habla: tras comprender algo adecuadamente puede compartirlo con limpieza y orden.
Cuando hay claridad, quienes hablan y quienes escuchan pueden establecer alianzas fecundas que
ahorran tiempo, que abren horizontes, que permiten seguir adelante en la aventura del pensamiento
humano hacia la verdad.