VIENE BIEN
Es muy difícil poder encontrar un lugar tan adecuado.
Parecería que todo forma parte de la misma realidad.
Allí todo se confabula para estar en silencio.
Allí, pese a sus cercanías, todo resulta lejos.
Los únicos persistentes son los sonidos de la naturaleza.
El canto de las chicharras se escucha con nitidez y persistencia.
El mismo resulta un sonido tan estridente que al poco tiempo ya no se
escucha porque se pierde entre el verde de los árboles.
Sonidos que se hacen suaves debido a la presencia de un importante calor.
Las nubes, cargadas de negro, pasan de puntillas para no despertar falsas
expectativas.
Las puertas y las ventanas permanecen cerradas para no permitir que el
calor del exterior ingrese.
Son pocos, muy pocos, los sonidos que pueden escucharse.
Viene bien encontrarse en un lugar así para poder estar con uno mismo.
Es un paréntesis para volver a lo cotidiano.
Es un alto para reintegrarse, casi inmediatamente, a lo de todos los días.
Resulta imposible aislarse totalmente puesto que todo continúa andando sin
detenerse.
Es uno quien pone un trozo de distancia y mucho de silencio.
Viene bien poder reconocer que se necesitaban varias horas de sueño que lo
cotidiano no permite se tengan.
Viene bien poder asumir que es oportuno poner un algo de distancia para
ver con mayor claridad.
Encontrarse con uno mismo es importante para poder rezar–
Rezar no es alejarse de la realidad para estar a solas con Dios.
Rezar es tomar lo cotidiano y verlo desde los ojos de Jesús.
Nos guste o no, allí en lo cotidiano, siempre nos encontramos con nosotros.
Por ello rezar es tomar lo nuestro y verlo a la luz de Jesús.
Nada resulta más adecuado para ello que oportunidades como estas.
Se realizan diversos encuentros pero ninguno posee la fuerza y la duración
como el que se da con uno mismo.
Los horarios se hacen largos en tiempos sin actividades.
Las actividades solamente ayudan el encuentro posterior con uno mismo.
Nada apura u obliga a prisas.
Me alejo de mí mismo para perderme en los renglones de algún libro traído
para la ocasión.
Me vuelvo a encontrar conmigo y repaso diversas actividades y descubro la
necesidad de actitudes nuevas o la necesidad de mejorar mi postura ante
otras.
Van apareciendo, ante mí, rostros y mi postura ante ellos.
Algunos requieren de una mayor atención.
Otros piden una mayor dedicación.
No faltan quienes nos hacen saber de su importancia porque de su amistad.
Surgen esos rostros que me dicen de su poder confiar en ellos porque
siempre disgustos a brindarme lo mejor de ellos.
Están esos rostros que me exigen mucho esfuerzo porque me resultan muy
demandantes.
Van surgiendo rostros y cada uno de ellos posee su historia y su
originalidad. Viene muy bien este tiempo de poder mirar y rezar.
Donde surge lo mío como realidad necesitada.
Lo mío como disponibilidad y servicio.
Lo mío, a lo que le viene bien una repasada para quitar rutinas y animarme
a la novedad.
Padre Martin Ponce de León S.D.B