ASTUCIA
Sin lugar a dudas que nuestras eucaristías cotidianas se prestan para todo.
En oportunidades se habla de los bueyes perdidos y a la vez siguiente se
puede hablar de los bueyes encontrados.
Poco a poco, entre todos, vamos aprendiendo a sacarle filo a la Palabra de
Dios y nos vamos animando a exponer nuestros mayores divagues.
Sanos y bienvenidos divagues.
Ya no se presta tanta atención a los textos sino que vamos (me incluyo)
aprendiendo a ver lo que ese texto posee como enseñanza para nuestra
vida de hoy.
Ello hace que, día a día, nos encontremos con una Palabra muy rica y con
muchas enseñanzas.
Recuerdo a una joven que, en una oportunidad, dijo: “Vos lee la Palabra y
quédate en aquello que te parezca lo más importante y vas a ver que eso,
después, no es lo importante.
Hoy el texto presentaba muchas puntas para una buena reflexión.
Casi sin quererlo nos detuvimos en la invitación a ser “astutos como
serpientes”.
“La serpiente no es un bicho muy astuto” manifestó alguien.
Pero aquel texto era claro y bien valía la pena detenernos en ello.
¿Dónde radica la astucia de la serpiente?
Sin duda no radica en sus grandes defensas.
No posee alas ni garras. Sus escamas no son tan poderosas ni sus defensas
son muchas.
Pese a lo limitado de sus posibilidades defensivas debe poner al servicio de
su supervivencia una gran astucia.
No es con vértigo que se acerca a su presa. Lo hace con sigilo y tomándose
el tiempo pertinente.
No es por la fuerza que se impone sino que mucho depende del factor
sorpresa.
Casi lo mismo podríamos decir para su defensa.
Se sabe vulnerable y por ello apela a muchos ardides para sobrevivir.
Esa es la astucia que se nos requiere para poder vivir a pleno nuestra
condición de cristianos y, por lo tanto, en la búsqueda constante del intento
de ser buenas personas.
El cristiano debe ser bueno pero nunca un “bueludo” (perdón por la palabra
inventada pero ella no es de mi propiedad pero me resulta muy gráfica) y
necesita de mucha astucia para poder vivir su condición de tal.
El mundo de hoy nos está gritando una serie de propuestas de vida que
nada tienen que ver con nuestra condición de cristianos y mucho menos con
nuestro intento permanente de ser buenas personas.
“Hacé la tuya” se nos dice de mil maneras.
“No te compliques la vida que la misma ya tiene muchas complicaciones” se
nos hace saber a cada momento.
“Lo verdaderamente importante es el éxito y los bienes materiales” se nos
grita a cada momento.
Así podríamos continuar con una muy prolongada lista de conceptos que
hacen al hoy y que van en dirección opuesta a lo que dice la propuesta
cristiana y a lo que dice de una buena persona.
Es, en medio de todo ello, donde se debe vivir sin claudicaciones. Es, entre todo ello, donde se debe mostrar que es posible ser feliz
transitando por los caminos de la solidaridad, del desinterés, del respeto al
otro, de la entrega y del compromiso.
En oportunidad necesario se hace alejarse. En oportunidades lo importante
es acercarse.
En ocasiones lo importante es una palabra, en oportunidades lo necesario
es un silencio.
Hay veces que lo que se impone es dar un empujón de aliento y en otras
veces lo necesario es invitar a detenerse para tomar conciencia.
No se puede ir al choque contra la realidad pero tampoco podemos
conformarnos con ella. Necesitamos hacer algo para revertir algo de lo que
se encuentra a nuestro alcance.
Debemos “sobrevivir” ante una realidad que nos invita a la claudicación y a
lo de la mayoría.
Necesitamos de astucia, de mucha astucia, para poder vivir nuestra
condición de signos de contradicción en este hoy.
Necesitamos de mucha astucia para ser, desde lo cotidiano de la vida,
testigos convincentes de una vida plena y mejor.
Padre Martin Ponce de Leon SDB